Torroella de Montgrí (Girona), 1 de febrero de 2016 / Cartas al Director / Lluis Esquena Romaguera
Como dijimos hace un año, la más enérgica condena de aquel horrendo atentado a la revista satírica Charlie Hebdo es compatible con la denuncia de esta forma de mal entender la libertad de expresión. Las caricaturas ofensivas no tienen ninguna gracia y además vuelven a ser falaces. No es en el corazón de la verdadera expresión religiosa donde anida la violencia. No es Dios quien asesina, son los hombres que toman su nombre en vano los que lo hacen; o como nos ha demostrado el siglo XX, los hombres que tratan inútilmente de borrarlo del corazón del hombre con ideologías totalitarias.
La violencia es particularmente atroz cuando procede de las patologías de la religión o de la razón. Ese es el misterio de la libertad humana: el hombre que eleva su espíritu con la música de cámara es también capaz del horror de las cámaras de gas. Con los brazos con los que puede abrazar, puede empuñar también un kalashnikov. Pero no es Dios el que asesina. Dios nos necesita para el bien, se muestra ante nosotros desarmado, e incluso se deja caricaturizar sin cesar nunca de amar y de perdonar.
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