SALT (Girona - Cataluña), 16 de enero de 2016 / Cartas al Director / Valentín Abelenda Carrillo
Evangelizar hoy en el mundo exige de nosotros, los cristianos, una gran conversión. Precisamente el Papa Francisco nos lo ha vuelto a recordar el domingo 27 de diciembre durante la celebración de la Jornada de la Sagrada Familia. La familia, como Iglesia doméstica que es, debe convertirse, salir de sí misma, donarse, recorrer el camino unida y proponerlo al mundo, en la certeza de que no hay mejor senda que la que lleva a Cristo.
Lógicamente, este camino no está exento de dificultades. Por eso, hemos de ser conscientes, particularmente en este Año de la Misericordia, de que toda familia cristiana tiene que ser un lugar privilegiado en el que se experimente la alegría del perdón, porque el perdón es la esencia del amor, que sabe comprender el error y poner remedio. Esta realidad, especialmente en tiempos de dificultad como los que estamos viviendo, nos enseña mucho.
No se trata de dar testimonio al mundo de una realidad familiar artificialmente feliz y desencarnada. Antes al contrario, la familia cristiana pisa tierra y es verdadera levadura en la masa para una sociedad que tiende a mirarse el ombligo, porque en su ejemplo de generosidad y entrega sin límite nos enseña a diario que donde hay amor, hay también comprensión y perdón.
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