Agaete (Gran Canaria - Canarias), 04 de febrero de 2016 / Artículo de Opinión / Fernando Báez (Sacerdote).
... unas bolas de chocolate, que en su bolsa a escondidas aquel acampado glotón, se las comían con disimulo, sin compartir con nadie. Hasta que un día, de marcha o exploración por el Macizo del Noroeste -por donde el cabildo mata las cabras-, nuestro hombre con su nueva bolsa repitiendo acción a escondidas, hasta que avisado por un servidor a otro acampado o monitor recogiera una vez la bolsa vacía la tirara, y llenada de cagarrutas de cabras, que muy bien simulaba a los reales conguitos, sin que el susodicho lo viera, una vez llegados a un remanso o descanso, y previamente avisados todos los acampados, menos el dueño de la bolsa ahora en otras manos, se repartió conguitos a todo el mundo, y para que llegara para todos no más de dos bolas (dos cagarrutas de cabras), que cada uno simulaba comerlas, al tiempo que los tiraban, y sobrando en la bolsa unas cuatro o cinco cagarrutas, le dijimos al que se las comía sin repartir, que no íbamos a ser como él, un egoísta que no compartía, le íbamos a dar todas las que sobraban -pendiente todo el campamento al verlo comerse los “conguitos”-, que comenzó a chuparlos y al sacarle el jugo, aquello no era chocolate, sino mierda de cabra, dejándole la boca sucia del orín, al tiempo que todos se reían de él, que de cierto-cierto, aprendió una lección que jamás habrá olvidado, y es que el cariz pedagógico al tiempo que de divertimento de un campamento, en el que las cagarrutas de aquellas cabras nos sirvieron de tanto y tanto, y es una lección más devenida de las cabras, las mismas que pasando el tiempo, ahora el cabildo las está matando, y de seguir en esa terrorística acción, esta historia contada no se podrá repetir. Que de cierto el muchacho lo pasó mal, no paraba de escupir, ni agua encontraba para lavarse la boca apestando a orín de cabra.
El Padre Báez, nostálgico y recordando tiempos idos en los que las cabras de Gu-Guy fueron co-protagonistas de una hermosa y simpática broma, entre otras muchas. Historias, de las cuales, bien se pudieran escribir un libro. Las tuvimos de vecinas durante 36 años.
“... a dónde escapan... escalan... hasta el confin del mar...” (salmo 138).
Tenemos una cita en el Valle de Agaete, en su Asociación para debatir el tema de la matanza de las cabras por parte del cabildo: viernes día 12, a las 20,30 horas. Les espero. Decidiremos.
... unas bolas de chocolate, que en su bolsa a escondidas aquel acampado glotón, se las comían con disimulo, sin compartir con nadie. Hasta que un día, de marcha o exploración por el Macizo del Noroeste -por donde el cabildo mata las cabras-, nuestro hombre con su nueva bolsa repitiendo acción a escondidas, hasta que avisado por un servidor a otro acampado o monitor recogiera una vez la bolsa vacía la tirara, y llenada de cagarrutas de cabras, que muy bien simulaba a los reales conguitos, sin que el susodicho lo viera, una vez llegados a un remanso o descanso, y previamente avisados todos los acampados, menos el dueño de la bolsa ahora en otras manos, se repartió conguitos a todo el mundo, y para que llegara para todos no más de dos bolas (dos cagarrutas de cabras), que cada uno simulaba comerlas, al tiempo que los tiraban, y sobrando en la bolsa unas cuatro o cinco cagarrutas, le dijimos al que se las comía sin repartir, que no íbamos a ser como él, un egoísta que no compartía, le íbamos a dar todas las que sobraban -pendiente todo el campamento al verlo comerse los “conguitos”-, que comenzó a chuparlos y al sacarle el jugo, aquello no era chocolate, sino mierda de cabra, dejándole la boca sucia del orín, al tiempo que todos se reían de él, que de cierto-cierto, aprendió una lección que jamás habrá olvidado, y es que el cariz pedagógico al tiempo que de divertimento de un campamento, en el que las cagarrutas de aquellas cabras nos sirvieron de tanto y tanto, y es una lección más devenida de las cabras, las mismas que pasando el tiempo, ahora el cabildo las está matando, y de seguir en esa terrorística acción, esta historia contada no se podrá repetir. Que de cierto el muchacho lo pasó mal, no paraba de escupir, ni agua encontraba para lavarse la boca apestando a orín de cabra.
El Padre Báez, nostálgico y recordando tiempos idos en los que las cabras de Gu-Guy fueron co-protagonistas de una hermosa y simpática broma, entre otras muchas. Historias, de las cuales, bien se pudieran escribir un libro. Las tuvimos de vecinas durante 36 años.
“... a dónde escapan... escalan... hasta el confin del mar...” (salmo 138).
Tenemos una cita en el Valle de Agaete, en su Asociación para debatir el tema de la matanza de las cabras por parte del cabildo: viernes día 12, a las 20,30 horas. Les espero. Decidiremos.
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