Santa Cruz de Tenerife (Canarias), 09 de abril de 2016 / Artículo de Opinión / Pedro J. Brissón
El nueve de abril de 1948, el líder colombiano Jorge Eliecer Gaitán, prohombre implicado en devolver la soberanía al pueblo, era abatido por los disparos del criminal gobierno oligárquico, resolviendo de esta forma que el poder nunca cambiara de manos. Ese día, el pueblo enfurecido al conocer la triste noticia, salió a las calles a defender y vengar tal execrable crimen, dando nacimiento a la revolución del 9 de abril, aunque los poderes estatales y medios afines lo denominaron “el bogotazo”, para darle una connotación peyorativa, cuando claramente se trataba de un alzamiento heroico por parte del pueblo que había puesto sus esperanzas en él.
"Si avanzo, seguidme. Si me detengo, empujadme. Si os traiciono, matadme. Si muero, vengadme". Gaitán se había convertido en un altavoz del pueblo, un medio amplificado que daba salida a las angustias, miedos y preocupaciones de personas que legaban en él la voz de todo un movimiento por la recuperación del país, esa voz, con estilo impecable y oratoria muy particular, sí, esa voz que el pueblo había casi perdido y que por miedo a la represalia, había sido casi incapaz de articular.
Ya el propio Gaitán hablaba como parte indivisible de ese pueblo al que solidariamente amaba, dejando para la historia frases tan auténticas y poco convencionales como: “El pueblo es superior a sus dirigentes” o “Yo no soy un hombre, soy un pueblo”, efectivamente, esa era la visión adelantada del multiplicador movimiento gaitanista, lleno de profundos cambios y revulsivas propuestas económicas, sociales y éticas.
Y es que el poder establecido, nunca le perdonó que laborara para los trabajadores que levantan honradamente el país, ni que diera tanta cobertura a los más necesitados, luchar y decir cosas como: "Hay que procurar que los ricos sean menos ricos y los pobres sean menos pobres", estas palabras no podían quedar sin castigo, ni podían obviar que pretendía plasmar un nuevo modelo participativo en el que el pueblo tomara las riendas de su destino; pero es que eran incapaces de entender y permitir que llegado al poder, acabara con el latrocinio, moviera y tambaleara los cimientos corruptos que ya estaban establecidos, que se atreviera a mover ficha para que toda esa gente se uniera en un mismo destino común de nación, no, eso no lo podía permitir la élite que maneja los hilos a costa de asfixiar al más débil.
Pero las palabras de Gaitán nunca morirán; "Pueblo, por la restauración moral, ¡a la carga! Pueblo por la derrota de la oligarquía, ¡a la carga! Pueblo por nuestra victoria, ¡a la carga!", las ideas iluminadoras siguen caminando y buscando nuevas vías y caminos para abrir las brechas injustas, por eso, aunque han pasado 68 años de su desaparición física, el gaitanismo seguirá siendo un medio para conseguir el poder, por y para el pueblo, nunca podrá desaparecer su legado de lucha por la libertad, equidad y justicia. Aún hoy, se oye el eco cada vez más fuerte de su voz: "Esta avalancha humana: libra una batalla, librará una batalla; vencerá a la oligarquía liberal y aplastará a la oligarquía conservadora".
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