Málaga (Andalucía - España), 17 de julio de 2016 / Cartas al Director / Jorge Hernández Mollar (*)
Sr. Director:
“Dios bendiga a España”. Con estas palabras de despedida el Presidente de EEUU, Barack Obama, ha cerrado su reciente y fugaz visita a España. Esta sencilla pero simbólica frase ha despertado algunos comentarios en los medios de comunicación y redes sociales. Haciendo un símil con nuestro país, no es difícil imaginar el revuelo que hubiera levantado semejante invocación si algunos de nuestros políticos o al propio Presidente del Gobierno se le ocurriera finalizar una intervención pública de semejante forma.
Pero esta cuestión no es baladí. Es una realidad que una parte singular de la sociedad española no es que haya renunciado a su condición de católico y se declare agnóstica o haya elegido otra religión, sino que está abiertamente empeñada en ocultar y erradicar a Dios no solo de la vida pública en todas sus manifestaciones sino también de la educación y formación que se pueda recibir en otros ámbitos como pueden ser el escolar y familiar.
Sin embargo siempre ha sido una constante histórica la búsqueda de la existencia de un ser superior que con su palabra, su deseo o de una forma misteriosa haya sido el que infundió el primer álito de vida vegetal, animal y humana sobre la tierra. “Si me preguntáis quien es Dios, os digo que hay algo de divino en todos nosotros”, afirmaba Morgan Freeman en The Story of God, una conocida miniserie documental.
Lo cierto y verdad es que el misterio de Dios ha provocado y provoca reacciones encontradas en los seres humanos que o lo aceptan, lo rechazan o se sienten indiferentes. Pueblos y naciones con una fuerte tradición teocrática, han sido luego encarnizados perseguidores del teísmo, tal y como ha ocurrido en naciones comunistas como Rusia, China y una veintena más de países.
Junto al cristianismo occidental, el budismo, islamismo o hinduismo han determinado y determinan normas de conducta, costumbres o hábitos que unas veces diferencian y otras aproximan el acercamiento a una deidad que representa el alfa y omega de nuestra existencia. Hasta a los más recónditos pueblos de África alcanza el sentimiento de una religión que monoteísta o no, se deja seducir por la idea de una divinidad suprema.
Pero lo relevante es lo que cada ser humano piensa de Dios aunque niegue o reniegue de su existencia, porque probar su inexistencia es un imposible. Desde el Paleolítico hasta nuestros días, cuando el 83% de la población mundial se declara creyente de alguna religión, el arte, la filosofía, la ciencia o la literatura están impregnadas de una “idea de Dios” que siempre trata se aproximar el hombre a su infinito.
Barak Obama que tanta expectación despierta en la izquierda progresista española, ha tenido el gesto inusual por nuestras latitudes de encomendar a Dios a nuestra nación. Sin duda alguna a la mayoría de católicos que representamos el 70% de la población española, según los recientes datos del CIS, esta forma elegante de despedirse nos ha llenado de satisfacción.
Que un mandatario como el Presidente de los EEUU exprese un deseo tan sincero y sencillo como pedir la protección divina para España, es signo de normalidad y de respeto que algunos de sus admiradores deberían imitar para no caer en el ineficaz empeño de desterrar a Dios del corazón y de la mente de los españoles. Dios bendiga América.
(*) Ex Subdelegado del Gobierno de Málaga
Sr. Director:
“Dios bendiga a España”. Con estas palabras de despedida el Presidente de EEUU, Barack Obama, ha cerrado su reciente y fugaz visita a España. Esta sencilla pero simbólica frase ha despertado algunos comentarios en los medios de comunicación y redes sociales. Haciendo un símil con nuestro país, no es difícil imaginar el revuelo que hubiera levantado semejante invocación si algunos de nuestros políticos o al propio Presidente del Gobierno se le ocurriera finalizar una intervención pública de semejante forma.
Pero esta cuestión no es baladí. Es una realidad que una parte singular de la sociedad española no es que haya renunciado a su condición de católico y se declare agnóstica o haya elegido otra religión, sino que está abiertamente empeñada en ocultar y erradicar a Dios no solo de la vida pública en todas sus manifestaciones sino también de la educación y formación que se pueda recibir en otros ámbitos como pueden ser el escolar y familiar.
Sin embargo siempre ha sido una constante histórica la búsqueda de la existencia de un ser superior que con su palabra, su deseo o de una forma misteriosa haya sido el que infundió el primer álito de vida vegetal, animal y humana sobre la tierra. “Si me preguntáis quien es Dios, os digo que hay algo de divino en todos nosotros”, afirmaba Morgan Freeman en The Story of God, una conocida miniserie documental.
Lo cierto y verdad es que el misterio de Dios ha provocado y provoca reacciones encontradas en los seres humanos que o lo aceptan, lo rechazan o se sienten indiferentes. Pueblos y naciones con una fuerte tradición teocrática, han sido luego encarnizados perseguidores del teísmo, tal y como ha ocurrido en naciones comunistas como Rusia, China y una veintena más de países.
Junto al cristianismo occidental, el budismo, islamismo o hinduismo han determinado y determinan normas de conducta, costumbres o hábitos que unas veces diferencian y otras aproximan el acercamiento a una deidad que representa el alfa y omega de nuestra existencia. Hasta a los más recónditos pueblos de África alcanza el sentimiento de una religión que monoteísta o no, se deja seducir por la idea de una divinidad suprema.
Pero lo relevante es lo que cada ser humano piensa de Dios aunque niegue o reniegue de su existencia, porque probar su inexistencia es un imposible. Desde el Paleolítico hasta nuestros días, cuando el 83% de la población mundial se declara creyente de alguna religión, el arte, la filosofía, la ciencia o la literatura están impregnadas de una “idea de Dios” que siempre trata se aproximar el hombre a su infinito.
Barak Obama que tanta expectación despierta en la izquierda progresista española, ha tenido el gesto inusual por nuestras latitudes de encomendar a Dios a nuestra nación. Sin duda alguna a la mayoría de católicos que representamos el 70% de la población española, según los recientes datos del CIS, esta forma elegante de despedirse nos ha llenado de satisfacción.
Que un mandatario como el Presidente de los EEUU exprese un deseo tan sincero y sencillo como pedir la protección divina para España, es signo de normalidad y de respeto que algunos de sus admiradores deberían imitar para no caer en el ineficaz empeño de desterrar a Dios del corazón y de la mente de los españoles. Dios bendiga América.
(*) Ex Subdelegado del Gobierno de Málaga
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