Girona (Cataluña), 16 de agosto de 2014 / Cartas al Director / Pedro J. Piqueras Ibáñez
En una bella oración, compuesta con ocasión de la visita apostólica del Papa, la Iglesia coreana ruega a Dios por la reconciliación de las dos Coreas a través del Evangelio y se logre así la paz y la unidad. Esta petición, acompañada de otros deseos de evangelización del continente asiático, refleja la gran preocupación de la mitad de un pueblo que resultó dividido por la terrible guerra que asoló la península coreana, convertida en el paradigma del choque de las ideologías que han enfrentado al mundo durante el pasado Siglo XX. Por ello se esperaba con expectación la llamada a la unión y la paz entre los coreanos que ha hecho el Papa a lo largo de estos días de una visita apostólica que supone el encuentro de Francisco con la realidad de un continente en plena emergencia espiritual, económica y humana. Corea del Sur es, precisamente, el gran símbolo de este poderoso despertar asiático, con una asombrosa progresión de las conversiones al catolicismo, introducido hace dos siglos por un puñado de seglares llegados de China, que no pudieron contar con la habitual ayuda de misioneros. Mártires que el Papa ha beatificado.