Las Palmas de Gran Canaria (Canarias), 11 de abril de 2015 / Salud - Día Mundial del Parkinson / José Antonio Cabrera. ASSOPRESS
Mientras lee estas líneas, una persona como usted o como yo acaba de descubrir que le cuesta más de lo normal escribir, o se sorprende de pronto ante cierta torpeza al realizar tareas cotidianas como batir un huevo o usar el ratón del ordenador, o siente dificultad al caminar por algún tirón muscular… Nada concreto ni en apariencia grave.
Esa persona aún no lo sabe (tardará entre uno y cinco años en obtener el diagnóstico, si no más), pero detrás de esos síntomas tan imprecisos está empezando a dar la cara la enfermedad de Parkinson. Cada año se detectan en España 10.000 nuevos casos, que se suman a los 300.000 que se estima que hay en nuestro país, y que se ha convertido en la segunda enfermedad neurodegenerativa más extendida del mundo, tras la enfermedad de Alzheimer. Y va en aumento.
Hoy 11 de abril se conmemora el Día Mundial de la Enfermedad de Parkinson. Se ha elegido esta fecha porque tal día como hoy nacía en Londres en 1755 un bebé al que llamaron James, cuyo apellido terminó bautizando la enfermedad: James Parkinson.
Casi dos siglos después de su ensayo sobre la parálisis agitante, siguen sin conocerse las causas de la enfermedad y sus mecanismos exactos. Ni tampoco hay una prueba diagnóstica, sino que el diagnóstico lo hacen los médicos atendiendo a los síntomas y descartando otras enfermedades.
La enfermedad afecta sobre todo a las células nerviosas en las zonas del cerebro responsables del movimiento, por lo que entre los síntomas más característicos están los problemas motores de los que ya habló el Dr. Parkinson: temblores, rigidez, lentitud en los movimientos, problemas de equilibrio, del habla… aunque además hay otros síntomas que no se perciben desde fuera y que en algunos casos son más graves (calambres, sudores, problemas cognitivos, trastornos del sueño, ansiedad, depresión…).
La enfermedad da la cara de distintas formas, normalmente de forma ligera: un adormecimiento en un dedo, cierta torpeza al escribir o al realizar tareas como batir un huevo o usar el ratón del ordenador… A partir de ese momento va avanzando lentamente y, aunque la esperanza de vida es alta, suele terminar con incapacidades de menor o mayor intensidad.
El enfoque convencional para tratar la enfermedad consiste en administrar a los pacientes medicamentos, sobre todo aquellos que o bien sustituyen a la dopamina o bien estimulan su producción, para hacer frente a los síntomas motores. De hecho muchas veces se utiliza la dopamina para ayudar al diagnóstico: se le administra al paciente y, si mejora, se considera probable que sufra párkinson.
A día de hoy, 200 años después de que James Parkinson la aislara como una enfermedad independiente y pusiera sobre el papel sus observaciones, el párkinson se ha convertido en la segunda enfermedad neurodegenerativa más extendida en el mundo, tras la enfermedad de Alzheimer.