EE.UU, 15 de enero de 2012 /Articulo / Jorge Enrique Mújica | jem@arcol.org
Corrían los primeros días del mes de enero de 2002 cuando The Boston Globe sacó a la luz un amplio reportaje sobre abusos sexuales por parte de algunos miembros del clero en la arquidiócesis de Boston, entonces presidida por el cardenal Bernard Law. El reportaje convertido en serie escrita llegaría a ser «Premio Pulitzer» en 2003.
No era la primera vez que el tema de los abusos llegaba a la opinión pública estadounidense aunque esta ocasión sí fue la que determinó un continuado interés mediático que, diez años después, ha terminado por convertirse en obsesivo.
¿Qué ha pasado en esta década? Desgraciadamente los acontecimientos revelados por The Boston Globe no eran algo aislado. A lo largo de estos años se han conocido más nombres y hechos confirmados que han facilitado el enseñamiento mediático que alcanzó su cenit en 2009 con los intentos de manchar la imagen del Papa Benedicto XVI.
Los casos del P. Marcial Maciel –difunto–, en México; del P. Fernando Karadigma, en Chile; del ex obispo de Brujas, Bélgica, Roger Vangheluwe (destituido en 2010); los hechos que salieron a la luz en Alemania sobre el Canisius College, de los jesuitas, sobre la escuela de la abadía benedictina de Ettal y acerca del P. Peter Hullermann –difunto–; los casos de Lawrence Murphy –difunto–, sacerdote de la diócesis de Milwauke, y de Stephen Keisle –difunto–, de la diócesis de Oakland, en los Estados Unidos; hasta llegar a los más recientes informes (de 2009 a 2011) sobre Irlanda y Holanda, son algunos de los más ampliamente divulgados y, en consecuencia, conocidos.
No se puede negar que la exposición massmediática posibilitó tanto la denuncia como el seguimiento de los casos. Tal vez en buena medida se deba también a eso el espoleo a la acción unánime de la Iglesia con medidas de claridad, transparencia y creación de ambientes todavía más seguros para menores como, de hecho, se han dado precisamente en estos dos lustros.
Pero la carrera de titulares bien pronto derivó en una tratativa poco seria de otros tantos supuestos que al final degeneró en especulaciones, oportunidades de ataque e incluso lucrativas invenciones que, desafortunadamente, en no pocos lugares, han pasado a engrosar el arsenal de leyendas negras contra la Iglesia. ¿Cuáles han sido y qué lecciones han dejado?
1. Una evidente desproporción en la atención mediática dedicada a los casos dentro de la Iglesia respecto a otras confesiones religiosas e incluso respecto a cualquier otro grupo humano.
Es la convicción, por ejemplo, de Philip Jenkins, profesor de Historia y Estudios Religiosos en la Universidad de Pensilvania. Resulta ilustrativo el dato de Tom Hoopes en la web de CBS News (cf. «Has Media Ignored Sex Abuse In School?»): «durante la primera mitad del 2002, los 61 periódicos más importantes de California publicaron 2000 historias de abuso sexual en instituciones católicas, mayormente relacionados con acusaciones pasadas. Durante el mismo periodo, esos periódicos publicaron cuatro historias acerca del descubrimiento del gobierno federal de un escándalo de abuso sexual mucho más largo -y continuo- en escuelas públicas».
2. La multiplicación de señalamientos y las constantes publicaciones, aun sin estar comprobadas, han degenerado en la difusión de un modo de pensar que hace equivalentes los términos «acusado» = «culpable» por el simple hecho de ser sacerdote. Esto ha quedado ejemplificado en el caso del P. Reynols, un sacerdote irlandés falsamente atacado por la cadena pública de su país, RTE, y cuyo error no confirmado convertido en programa de tevé le acarreó al canal una multa millonaria en 2011 por difamación.
3. Católico no es igual sólo a sacerdote. Otro error común de la prensa laica es identificar inmediatamente un caso de abuso en una institución católica con la inmediata imputación a la figura del sacerdote. Ha vuelto a suceder en el informe holandés del 21 de diciembre de 2011 donde esto se evidencia claramente pero que los periódicos olvidan voluntariamente aposta.
4. La falta de precisión que confunde y agranda la rabia. En un artículo de Elizabeth Lev para Politics Daily (cf. «En defensa del clero católico -¿o queremos otro reino del terror?») la autora ponía el dedo en este tema: «La frase “abuso sexual” se equipara erróneamente con “pedofilia” para avivar aún más la indignación […]». Los informes y los casos matizan entre lo que implica –y diferencia– un abuso propiamente sexual y los abusos físicos y psicológicos, que no son lo mismo.
5. El intento de culpar directamente al Papa. Apostaron por ello en 2009 Süddeutsche Zeitung, TIME, el semanario Stern, The New York Times y The Associated Press. Lo que les quedaba de «prestigio» en cuanto a investigación socio religiosa bien pronto quedó por los suelos.
6. Tocante a casos recientes individuales y a investigaciones hechas públicas, se echa de menos que los medios olviden que en su mayoría los informes han sido impulsados por comisiones creadas por la misma Iglesia y que a sacerdotes acusados a los que la justicia civil no ha querido procesar, al haber prescrito el caso (es decir, haber pasado demasiado tiempo desde que sucedieron los delitos), la justicia eclesiástica sí haya actuado. Es el caso, por ejemplo, del P. Karadigma en Chile o del obispo del ex prelado de Brujas, Bélgica, Roger Vangheluwe. Durante este periodo, además, al menos una decena de obispos han sido dimitidos ante la deficiente tratativa que dieron a casos de sacerdotes pertenecientes a sus diócesis.
7. La falta de contexto es otro error periodístico común. Se olvida que en su inmensa mayoría los crímenes acontecieron entre los años 60 y 70 del siglo pasado, periodo de la tan aplaudida «revolución sexual». Quienes los perpetraron ya están muertos pero la mala fama se les ha hecho a los sacerdotes de ahora.
8. Sólo a modo de mención vale traer aquí el lucrativo negocio en que se ha convertido representar a víctimas, reales o supuestas, ante los tribunales, instrumentalizando a las personas; la poca repercusión que tuvieron las Modificaciones introducidas en las Normae de gravioribus delictis tocantes al tema de los abusos, en mayo de 2010 (aunque el proceso y otras modificaciones iniciaron desde 2001) y la «Guía para comprender los procedimientos fundamentales de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) cuando se trata de las acusaciones de abusos sexuales». Actualmente, pese a que el mismo Papa Benedicto XVI ha querido encontrarse con algunas víctimas de abuso en Australia, Estados Unidos, Inglaterra, Roma y Malta, sigue corriéndose el bulo de que jamás lo ha hecho.
Han pasado diez años de culpas asumidas, errores admitidos, dimisiones y cambios; diez años de titulares excesivos, más noticias lamentables, honestidad, purificación y un cúmulo de lecciones que quedan como enseñanzas y en los que la Iglesia ha podido mejorando su capacidad de reacción.
No es osado decir que hoy por hoy está a la vanguardia de las instituciones que ofrecen los mejores ambientes seguros a menores de edad. Eso no será noticia pero sí el evidente resultado de una notable mejora.
Nadie se hubiera imaginado hace una década que habría una sección fija sobre el tema de los abusos en la página oficial de la Santa Sede como existe hoy en día. Un auto recuerdo de la importancia de comunicar adecuadamente y también de honestidad propia. Si, también como recordatorio a los medios que, teniendo al alcance un recurso como ese, se han querido mantener en la ignorancia sobre lo que la Iglesia ha hecho en este campo.