Tarifa, 26 de mayo de 2010 |18:01 |Cultura | Filip Hrubý.
El sonido de los tambores bongos y de los cuerpos desnudos de los bailarines nativos es lo primero que viene a la mente cuando se escucha la palabra África. Por supuesto se trata de una visión simplificada y superficial, pero guste o no, la música sigue ocupando una plaza muy importante en las culturas africanas actuales. Por ello, el festival de Tarifa sigue dando especial atención a la música africana y cuidando su sección fuera de concurso África en ritmo, cuyas proyecciones se pueden ver hasta mañana jueves 27 en el Mercado.
Una de las ideas básicas de esta sección es el ¡Respeto a las glorias pasadas! El encuentro de las antiguas músicas tradicionales con nuevos estilos pasa en África como en todos sitios. Pero allí, sobre todo, hay un enorme respeto a las glorias pasadas, esos músicos veteranos adorados por haber sentado las bases de muchos estilos musicales actuales. Así, en el documental mozambiqueño y portugués Marrabenta Stories, de Karen Boswall, jóvenes músicos de funk se juntan con músicos veteranos de Maputo para formar el grupo Mabela. Juntos, mezclan música tradicional con sonidos nuevos.
Del mismo modo, el documental angoleño The Legendary Tio Liceu and the Ngola Rhytms es una celebración de uno de los grupos más populares de Angola Tio Liceu, que ha creó la música pop de Angola e inventó los contagiosos ritmos Ngola en los 40. Hoy todavía siguen dando conciertos e influyendo en sus jóvenes seguidores.
Otro ejemplo de mezcla de diferentes tradiciones es el documental, Zanzibar Musical Club, que nos introduce en el mundo encantado de Taarab, el sonido nacional de Zanzibar. La música Taarab floreció a principios del siglo veinte, para convertirse en la primera música mediática de masas. Es una mezcla de influencias del mundo árabe e asiático con la tradicional poesía Swahili, y con ritmos y melodías locales.
Algunos dirán que es otro cliché. Pero en el caso de países africanos tan multiétnicos como Malí, por ejemplo, la música puede llegar a formar una parte efectiva de la frágil identidad nacional. El muy artístico documental de Michel Jaffrenou Desert Blues lo demuestra perfectamente. Desert Blues presenta tres músicos malienses, cada uno de un grupo étnico distinto, que se juntaron en el desierto en un concierto simbólico: Habib Koité --un bambara cuyas raíces están en la cultura Khassonke, en el Oeste de Malí; Afel Bocoum, un songhai considerado el heredero de Ali Farka Touré; y Tartit, un grupo tuareg exclusivamente femenino de Tombouctú, similar a los beréberes, que presta su voz a la causa de una cultura superviviente.
El encuentro de esos tres artistas es un evento con mucho significado político nacional, teniendo en cuenta los trágicos sucesos ocurridos en el levantamiento tuareg que sacudió Malí entre 1995 y 1996. Además, el hecho que el director Jaffrenou también sea un pintor y un escultor activo que usa esa sensibilidad y sus obras en sus documentales, añade mucho valor artístico a la película.
Otra conexión entre identidad nacional y música se refleja en el documental Kontinuasom, un retrato de la joven bailarina Beto, que, desde Lisboa, recibe una oferta para formar parte de la famosa tropa de baile de Cabo Verde y empezar una nueva carrera. La oferta desencadena en ella un conflicto típico de Cabo Verde: la identidad construida por la diáspora desde siglos atrás. Las dudas, la saudade, el desarraigo, planean sobre ella y le acompañan en su toma de decisión. El mismo dilema de todo caboverdiano: el deseo de partir, el deseo de volver… expresado y reunido en torno a la música, seña de identidad de su pueblo.
Hip-hop es básicamente el estilo musical más extendido y de lejos el favorito en las nuevas generaciones. El continente africano no es ninguna excepción. De hecho, es donde el hip-hop es la plataforma más accesible para la expresión artística de los más jóvenes. Es muy emocionante ver el deseo de expresión artística de los niños en el documental angoleño: Luanda Music Factory. En una barriada de Luanda, DJ Buda tiene un estudio de grabación que ofrece a los jóvenes cantantes y poetas una oportunidad de expresarse, cada una a su manera. El resultado de esas sesiones es una cacofonía polifónica que da vida a Angola. Al final, bailan felizmente, bailando sobre sus propias músicas y se la llevan a casa en un disco.
En fin, a lo que decía, aunque el sonido de los bongos y de los cuerpos desnudos de los bailarines nativos no se ve mucho en ninguna de estas películas, la omnipresencia y la importancia de la música para las culturas africanas se siente claramente en cada una de ellas. O podemos parafrasear al guitarrista y cantante maliense Afel Bocoum, del documental Desert Blues: Para la mayoría de los africanos, la música sigue siendo una fuente de información y de identidad cultural tan importante como la televisión o Internet.
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