Canarias, 22 de julio de 2010 | Opinión | Juan Jesús Bermúdez (*)
La Agencia Internacional de la Energía ha anunciado que en el año 2009 el gigante asiático, poblado con más de 1.300 millones de personas, superó en consumo energético a los Estados Unidos, con 310 millones de habitantes, convirtiéndose así en el primer país consumidor de energía del Planeta. El Director económico de la Agencia considera que este hecho abre “una nueva etapa en la Historia de la energía”. Como se puede deducir fácilmente, ese valor absoluto esconde, sin embargo, que el consumo por habitante está aún muy lejos de la media occidental y que únicamente en estos años sus ciudadanos/as están alcanzando la media mundial de consumo de energía por persona. Por añadidura, como han destacado diferentes analistas, la condición de “fábrica del Mundo” que ha adquirido vertiginosamente este país en los últimos lustros nos viene a recordar que una parte significativa de ese nuevo consumo está destinado a suplir la deslocalización industrial del primer Mundo, contabilizando en su factura eléctrica consumos occidentales.
Sin embargo, lo sorprendente de este nuevo paradigma energético es la velocidad con la que China ha subido en los escalafones de la demanda global de materiales y energía. Hace tan solo una década la economía de ese país consumía la mitad de lo que lo hacía la todopoderosa potencia yanqui. Los Estados Unidos, en su lento declinar, ha prácticamente estabilizado su consumo energético, mientras que China, aún consumiendo, por ejemplo, hoy en día la mitad del petróleo de aquél país, ha duplicado el consumo de crudo en la primera década del Siglo XXI.
La principal incógnita que surge del análisis de esta reorientación geoestratégica mundial hacia Oriente, es si esa tendencia podrá mantenerse durante más años. Independientemente de los factores financieros y de perspectivas inflacionarias internas, o de respuestas de trabajadores/as crecientemente descontentos con las penosas condiciones laborales que existen en muchos centros de trabajo, China es muy probable que pretenda seguir manteniendo grandes crecimientos en la demanda de recursos para apuntalar la actual ritmo de crecimiento (que le llevaría a nuevamente duplicar su consumo energético en tan sólo siete años…). Un gran productor de carbón que está ahora importando también desde Australia debido al incesante ritmo de construcción de nuevas centrales térmicas (el país asiático consume en la actualidad la mitad del carbón del Mundo). Un gran importador de petróleo (más de 5 millones de barriles diarios, que deberían ser 10 millones en menos de una década, de mantener ese ritmo) y que condiciona hoy crecientemente el destino del petróleo de Oriente Medio, “la madre de todas las reservas de crudo”, logrando hacerse con buena parte de la expansión petrolífera subsahariana, en abierta disputa con los “tradicionales” glotones de la energía: los países de la OCDE. Un país que hoy construye las más grandes centrales hidroeléctricas de la Historia y que encabeza el número de proyectos de veintitrés nuevas centrales nucleares, que añadiría en las próximas décadas a los once reactores ya existentes.
¿Podrá China mantener esas ratios de crecimiento exponencial en los próximos años? El crecimiento anual del 28% en el número de coches privados en ese país durante los años 1997-2007 (datos oficiales recopilados por Stuart Staniford), llevaría a China a superar el número de vehículos de los EE.UU. en el año 2017. ¿Es eso posible? ¿Qué repercusiones tendrá en la economía global y en la demanda de recursos? ¿Habrá petróleo barato para todos y todas, si extendemos esos ritmos de crecimiento a otros países emergentes que, aún con todo, siguen estando a varias décadas del consumo individual en los países ricos?
Probablemente la velocidad del crecimiento ha hecho, por parte de algunos, infravalorar la importancia del factor “China” en la redistribución de los recursos naturales en nuestro Planeta, un elemento que parece indudable afectará al modo de vida occidental durante los próximos años, porque quizás el ritmo de expansión de la demanda de aquéllos encontrará tarde o temprano límites en la disponibilidad que harán obligatorio un replanteamiento sobre la intensidad del uso de los mismos, y su mejor aprovechamiento en el futuro, con las repercusiones determinantes de este escenario sobre nuestra economía.
(*) Sec. Medio Ambiente CC.OO. Canarias
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