Telde, 5 de julio de 2010 | Opinión | Aureliano Francisco Santiago Castellano (*)
Estas líneas no pretenden sentar cátedra sobre nada y menos aún contribuir a enrarecer un escenario ya de por sí global y excesivamente convulso. Sólo pretendo compartir reflexiones personales en voz alta, para desde ahí hacer un sincero llamado a tomar conciencia y veraz responsabilidad ante lo que tenemos entre manos, más allá de las siglas, los cargos, las administraciones, nuestras diferencias.
Se hace imprescindible y urgente, ineludible y extremadamente necesario, que afrontemos desde una perspectiva distinta a la actual las dificultades y retos que en estos momentos todos/as tenemos delante. Digo distinta, porque ya es evidente que de persistir la dirección y maneras que están sobre la mesa, nuestra sociedad se dirige a un abismo del que todos a la postre seremos responsables y víctimas. El verdadero debate ya trasciende los ejes tradicionales, ya no se circunscribe a gobiernos y oposición a éstos, a partidos y ciudadanos/as, a empresarios y sindicatos, a discernir entre buenos y malos. A las alturas que estamos, con la dimensión que ha tomado esta crisis, de poco sirve acudir a las culpabilidades, a las controversias de siempre, al enroque estéril de posturas. Ya están agotadas las consignas, los titulares, los intentos de tirar balones fuera y las tentaciones de poner los temas en la azotea del contrario. Sencillamente porque eso todo el mundo sabe que no contribuye a nada, al menos para elevar un nivel de respuesta real, eficaz y en positivo que ya se ha convertido en clamor.
No es cierto que esta crisis se vaya a acabar porque dimita Zapatero y su gobierno, como tampoco lo es que la derecha represente, proponga o esté en disposición de ofrecer algo mejor . Tengo mis dudas de que una huelga general vaya a aportar un horizonte sustancialmente distinto, como las tengo sobre sus contradictorias consecuencias, esto es, allanar más el camino al brazo político del ultraliberalismo español, el PP.
Si nuestra democracia supo vencer a la dictadura, ahora nuestra sociedad debe hacer lo mismo para vencer al mercado. Si supimos dar forma a un Estado nuevo donde todos tuvimos que ceder para ganar, toca ahora que un pacto de la dimensión del de entonces, ponga freno a este golpe del capital que tanto quiere arrebatarnos ahora. Frente a la resignación, pero también la algarada, mejor sí refundamos aquella idea del proyecto común, no ya de España sino de modelo de sociedad, esta vez para ganar un nuevo Estado del Bienestar que aleje una segura dictadura del capitalismo salvaje.
Estamos ante una coyuntura que, si no tenemos la necesaria altitud de miras, amenaza con hacerse crónica e introducirnos en una era que nos llevaría a retrotraernos un siglo atrás. Combatimos un fenómeno, el mercado, que, como el terrorismo, no tiene cara pero pretende generar un sufrimiento tan generalizado como las armas. Estoy convencido de que esta batalla la quieren dar por igual todas las gentes de bien que se saben amenazadas en sus economías, en sus vidas, en sus instituciones, por una minoría que desde hace siglos ha venido pisoteando todos los derechos fundamentales en los países subdesarrollados y que ahora pretende imponer también su avaricia desmedida en sociedades como la nuestra.
La política con mayúsculas debe ocupar su lugar y la ciudadanía comprender que quienes quieren sustituirla son las grandes multinacionales y la gran banca. Los ciudadanos deben saber que el gran golpe viene dado por gentes que ocultan sus rostros pero no su avaricia, que quieren, no sólo todo el poder, sino sus vidas. Tenemos que ser conscientes de que lo que está en juego es mucho más que el fin o no de una crisis; es el fin o no de un concepto de libertad, derechos, progreso y bienestar. Una nueva sociedad frente al mercado. Esa es la consigna y el objetivo que nos debe unir en la acción a todos/as.
(*) Presidente de la Ejecutiva Local de Nueva Canarias en Telde
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