Las Palmas de GC, 11 de octubre de 2010 |Crónica |José Manuel Soria
No por esperada ha dejado de ser una triste noticia. Muy triste. Porque, es verdad, la muerte es consustancial al género humano. Nadie puede evitarla. Pero hay quien se resiste a ella. Y Adán Martin lo hizo con toda su alma. Con todas sus fuerzas. Puso en ello todo su empeño. Ese empeño propio de quienes jamás se dan por vencidos. No importa cuán duras sean las circunstancias. Y las suyas, ciertamente, fueron dificilísimas estos últimos años. Porque sabía lo que tenía. Pero no por ello dejo de luchar.
Era una de sus características más sobresalientes. Un tesón a prueba de fuego. Una persistencia envidiable. Una perseverancia extraordinaria. Así lo demostró a lo largo de su vida política. Y de su trayectoria vital. Nunca se dio por vencido. Peleando hasta el final.
Cuando trabajaba, el reloj se paraba. Perdía la noción del tiempo. Nunca lo vi con prisas. Y más de una vez bromeamos con su impuntualidad. Casi siempre llegaba tarde. Excepto en esta ocasión. Esta vez Adán se adelantó. Se ha ido demasiado pronto. Cuando aun tenía mucho por hacer. Le quedaba mucho por hacer. Y también por aportar. Y quería seguir trabajando. Y quería seguir aportando. No ha podido ser y se ha marchado para siempre.
Hace hoy una semana estuve en el Clínico de Barcelona. Durante largo rato hablé con Pilar. Adán, me dijo, ya estaba muy mal. Me contó la dureza de todo el proceso. Me relató las dificultades. Sabía que no había marcha atrás. Pero mantenía toda su entereza. La misma entereza que Adán mostro a lo largo de toda su enfermedad. Y a lo largo de toda su vida. Fue un luchador incansable. Un trabajador infatigable. Fue un buen amigo.
Se ha ido una buena persona. Descanse En Paz.
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