Gran Canaria, 25 de marzo de 2011 | Opinión | Matías Campos Hernández (*), Christophe Díaz Postel (**), Juan Domínguez Bautista (***)
En el maremagno de siglas con las que se presentan las formaciones políticas, existen las que buscan identificarse con una posición ideológica, las que expresan un eslogan u objetivo y las que se limitan a hacer uso de un color o de un símbolo como marca identificativa. El Centro Canario Nacionalista (CCN) contiene representadas en sus siglas dos ideas que se entrecruzan configurando una posición política singular.
El tradicional continuo determinado por dos extremos, la izquierda y la derecha, en relación a los cuales se situarían todas las propuestas y posiciones políticas ofrece una simplificación quizá útil, pero distorsionadora, pues viene a desvirtuar el sentido que, como ideología, tiene el centrismo político. De hecho, más que un punto de equidistancia entre la izquierda y la derecha, éste expresa su independencia respecto a este eje lineal que, por otro lado, en el contexto actual ha terminado por ser más nominativo que efectivo.
La pérdida del sentido referencial de los modelos ideológicos identificados como de derechas o de izquierdas, debida al desarrollo evolutivo en nuestras sociedades, ha tornado inviables y obsoletas -cuando no vergonzantes- algunas de las principales valoraciones que los identificaba históricamente como tales. Por ello es inexistente, por ejemplo, en nuestro marco electoral, un partido que se autonomine como de “derechas; ni un partido que, nominándose de izquierda, hable ya de abolir la propiedad privada o de oponerse a la libertad de los mercados.
La idea, avanzada a finales de los ochenta por Francis Fukuyama, de que la disputa ideológica entre modelos políticos alternativos es sólo cosa del pasado tras la aceptación general del modelo liberal democrático, no ha dejado de confirmarse en los últimos años con la evidente dependencia de los gobiernos, cualquiera que sea la etiqueta ideológica con la que pretendan distinguirse, respecto a unos mercados omnipresentes y globalizados que tienen, a su vez, correlación con un sistema de valores imperante, configurando todo ello una realidad sistémica. Desde entonces, el eje sobre el que pivotan las alternativas políticas se refiere exclusivamente a sus capacidades de gestión y a la dirección e intensidad con la que planteen reformar alguno de los subsistemas, dentro del sistema general imperante, fuera de cuyos límites han quedado situadas algunas de las definiciones políticas consideradas antaño plausibles y hoy residuales y dogmáticas.
Situado desde su origen en consonancia con el sistema de valores liberales y democráticos, el centrismo político no parte de condicionantes históricos para definir su acción política. Identificado con una filosofía política antidogmática, pragmática y radical -dicho esto último en el sentido clásico del término, que implica afrontar los problemas de raíz y con afán transformador-, se basa más en lo que conviene hacer que en lo que hay que hacer, en cómo podría mejorar el mundo más que en cómo debería ser el mundo y lo hace, además, desde un análisis que, sin despreciar la historia como un elemento útil para el mismo, mira resueltamente hacia el futuro.
Combinada con la filosofía política anterior, el Nacionalismo Canario no puede entonces entenderse sino como una propuesta pragmática que, partiendo del contexto actual, tiene como único fin una mejora constante y a todos los niveles de Canarias entendida como realidad política, económica, cultural y social.
El término “nación”, controvertido en otros ámbitos, cobra aquí un sentido natural e inequívoco como País Canario, lugar definido geográfica y socialmente, sobre el que se perfila una comunidad política y económica singular, a la que el nacionalismo canario se debe esencialmente. Así, una realidad que, en otros contextos busca justificarse sobre bases históricas, culturales o étnicas y que, tratándose de marcos territoriales indefinidos, ofrecen siempre fronteras difusas y discutidas, en el caso de Canarias encuentra una definición natural en un territorio que, como archipiélago atlántico, configura el País Canario, compendio de tierra y gentes cuya autodeterminación política es el fundamento del nacionalismo canario.
No quedan excluidos en este concepto, sin que sin embargo sean definitorios del mismo, ni los componentes identitarios ni los sentimentales con que cada cual vive su relación con este País común, ni tampoco presupone, sin excluir ninguna, la forma en la que la comunidad formada por el “Pueblo Canario” debería organizarse políticamente y relacionarse con el mundo en un horizonte ideal. Desde la ideología centrista, el destino de Canarias tendría que ser aquel que mejor convenga al País. Desde la perspectiva nacionalista, lo esencial es que este destino obedezca, en la medida de todo lo posible, a la voluntad de los propios canarios.
(*) Matías Campos Hernández (Secretario Federal del CCN)
(**) Christophe Díaz Postel (Presidente Insular en Gran Canaria del CCN)
(***) Juan Domínguez Bautista (Secretario Insular en Gran Canaria del CCN
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