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Madrid, 24 de marzo de 2011 | Opinión | Clemente Ferrer (*)
Se ha divulgado una campaña publicitaria en defensa de las mujeres que reciben malos tratos. Bajo el lema; “¡calla!”, habla” “si estás siendo víctima de malos tratos llama al 012 mujer y se pondrán en marcha para ayudarte”. Con esta comunicación se pretende concienciar a la mujer para que haga valer sus derechos y deje de ser una víctima atormentada.
La intérprete Blanca Marsillach, a través de la obra de teatro “Los Monólogos de Hillary”, busca descubrir un punto de unión con todas las esposas que sobrellevan el maltrato, dentro del Programa Teatro para la Mujer.
Las campañas de rechazo no son eficaces ya que, más de 100.000 consortes soportan el maltrato de sus maridos. Los niños son los que más sufren aunque no padezcan directamente la violencia, ellos también soportan las secuelas, tanto físicas como morales, al coexistir en un ambiente de terror, desánimo y angustia que les lleva a penar alteraciones en su desarrollo, problemas para comunicarse, dificultades en los estudios e hiperactividad.
Una maltratada tiene escolta las 24 horas del día para protegerse de ex marido y a su retoño de tres años, nadie lo tutela. El crío dice que su padre es ruin, que su progenitor le chilla, que su papá le maltrata, pero tiene que tratarle a solas, todos los fines de semana. Este testimonio aparece en un informe de Save the Children. Los hijos están expuestos a todo tipo de agresividad.
Desde el año 2.000 hasta el día de hoy, más de 70 críos han sido eliminados por sus progenitores, muchos de ellos víctimas de trances sentimentales. Es frecuente que las homicidas, cuando dan muerte a sus hijos para producir sufrimiento a sus maridos que las han maltratado. Matan sus retoños en la tina, asfixiándolos tras narcotizarlos con drogas. También los ahogan con la almohada, en la cama. Lo mismo sucede con los padres que disparan un tiro a sus hijos.
Los niños están en peligro por las veleidades de padres irresponsables. Un niño es el ser más desvalido y digno de protección. Traicionarlo, dándole la muerte, es un crimen infame. Hay que contraponer una “cultura de la vida”, localizada en el regazo de la familia, frente al “imperio de la muerte”.
(*) Presidente del Instituto Europeo de Marketing
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