domingo, 3 de abril de 2011

“Tenerife, Estado Policial”

Santa Cruz de Tenerife, 3 de marzo de 2011 | Opinión | Eloy Cuadra.

Bastaría, para justificar semejante título, con citar las habituales redadas policiales que sufren los inmigrantes indocumentados en Tenerife, algo que ha denunciado hasta la ONU en relación a España, podría traer aquí las frecuentes visitas de la Policía a los centros de la beneficencia en busca de gente de piel morena, o bastaría con que hablaran con cualquiera de las ONG y los voluntarios que colaboran y frecuentan colectivos de inmigrantes en Santa Cruz. Tan grave es el asunto, tan asustados están que hasta les recomiendan que no salgan a la calle más allá de la media tarde. Así estaban en Italia hace un par de años –bueno, allí tienen también patrullas vecinales a modo de milicias urbanas-, y entonces ya lo avisé: pronto la ola de la represión llegará también a España. ¡Voila! Aquí está. Aquí está y parece que para quedarse. Y cuidado porque no vienen ya sólo a por los inmigrantes. Cualquiera que ose levantar la voz contra el establishment tiene asegurada una dosis cierta de represión, ya sea a modo de carga, de denuncia o de descalificativo.

“Antisistema” es la palabra, lo dice Miguel Zerolo, también se lo he escuchado a Angel Llanos y de seguro lo pensarán muchos de los miembros de los “tres grandes”, así han dado en llamar a los más activos componentes de la plataforma contra el PGO en Santa Cruz. Curioso porque yo estuve el otro día en el polémico pleno y sólo vi ciudadanos, señoras de cierta edad, muchas, trabajadores, profesores, sindicalistas, algunos abogados y algunos jóvenes.

Pero el asunto va un poco o un mucho más allá de esto que os cuento. Sucedió el viernes pasado y aún no me lo creo, no sé si estaba soñando o me colé sin darme cuenta en los cines Renoir. Por suerte lo hemos seguido comentando durante este fin de semana, y así he terminado por convencerme de que ocurrió de verdad. Como digo, corría la tarde del pasado viernes 1 de abril, habíamos quedado unos cuantos amigos en la santacrucera plaza de La Candelaria. Se trataba de expresar nuestro malestar por la actual situación de crisis y cuasi colapso que padece nuestra sociedad la miremos por donde la miremos. Algo espontáneo que viene de la Península empujado por otra ola, la del Malestar -www.malestar.org-, en un movimiento ciudadano que desde hace ya más de un mes se viene concentrando en muchas ciudades de España, todos los viernes, para expresar eso mismo, el malestar. Claro que aquí, en Tenerife, como casi siempre por detrás apenas si se había intentado una vez y esta era la segunda, el segundo viernes. Ya nos habíamos informado por si acaso, ya la Policía nos había “advertido” el viernes anterior: “cuidado, Ley de Seguridad Ciudadana, 6000 euros de multa, más de 20 personas han de comunicar la concentración y esperar aprobación”. Lo cierto es que después de oír lo de los 6000 euros más de uno nos lo pensamos, pero visto lo visto, la conciencia puede y decidimos salir otra vez, cuidándonos eso sí de no ser más de 20, de no alborotar, de no obstaculizar el tráfico, de no insultar ni faltar a nadie y en definitiva, de no hacer nada que pudiera ser tomado por mínimamente sancionable. Tan comedidos estábamos que hasta dejamos muchos de nuestros carteles en casa, y no llevábamos más que uno aludiendo al abuso de los Mercados, otro a los costes de la guerra de Libia y otro regalando abrazos a quien los quisiera recibir.

¿Y qué pasó? Pues pasó que antes que nosotros ya estaban allí unos cuantos policías, paseando como el que no quiere la cosa por el mismo metro cuadrado donde nos habíamos concentrado el viernes anterior. Conté hasta seis policías nacionales, dos furgones aparcados y otros dos coches de la Policía Local circulando a cada poco. ¿Y semejante dispositivo para qué? Para vigilar a una docena de jóvenes estudiantes, licenciados, currantes o sin trabajo, concienciados, comprometidos y sensibles con los problemas que acechan a nuestra sociedad. Jóvenes, tan jóvenes que yo resulté ser creo el más viejo y eso que aún no supero los 40. Y así, sucedió lo que aún me tiene desolado, triste, indignado como pocas veces antes lo he estado. En cuanto el jefe del dispositivo contó a unos cuantos y vio asomar un cartel se nos acercó preguntando si éramos nosotros los de la Ola del Malestar. Aclarado que no éramos ninguna ola, que sólo éramos un grupo de amigos ejerciendo el constitucional derecho de la libertad de expresión, el policía, muy amable y educadamente nos dijo que tenía orden de tomar datos y fichar a todo aquel que hiciera ademán de concentrarse en aquella plaza con algún cartel, lo cual no quería decir que nos fueran a sancionar, pero de entrada estaríamos todos fichados. Cuando le preguntamos al agente fichados en base a qué delito, sospechosos de qué falta, ya que no éramos más de 20 ni faltábamos ni contraveníamos ninguna norma legal, el policía volvió a repetir que tenía órdenes muy claras de hacerlo, al margen de que hubiera argumentos de ley o no los hubiera. Y así fue como desistimos de expresarnos en libertad amablemente advertidos por el policía. Después de esto sobran los comentarios: nada sucede cuando cientos de jóvenes se concentran en una plaza para hacer botellón, beber y gritar hasta perder la conciencia, como nada tiene que decir la policía de los delincuentes de traje y corbata, y a un grupo de jóvenes valientes y comprometidos de los que sus padres han de estar muy orgullosos, a éstos sí, a estos hay que silenciarlos. Cierto es, todo hay que decirlo, ninguna culpa tienen los agentes, como tampoco la tienen de las redadas a inmigrantes de las que antes hablaba, algo que hasta sus propios sindicatos han denunciado como ilegal e indigno, siempre son órdenes, órdenes que vienen desde arriba. Y la palabra clave es “miedo”, miedo de los que dan las órdenes a que la ciudadanía despierte, y miedo, inoculado sigilosamente a la población para que no se levante a decir basta.

¿Triste verdad? Esto es lo que queda de eso a lo que aún llaman democracia. Pero una cosa esta clara: no vi miedo en los casi 20 que estuvimos allí el viernes pasado. Volveremos a salir, no les quepa duda.

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