Canarias, 14 de mayo de 2011 | Elecciones 22M | Iris Ramos Pérez (*)
No se trata de ganar o perder, se trata de valorar la situación, ahora más que nunca y ver cuánto nos jugamos en estas elecciones. Sí, sí, elecciones he dicho, puede usted seguir leyendo o no, cómo prefiera, usted elige, valga la redundancia.
No les voy a hablar de analizar la situación, porque creo que todos la tenemos ya a estas alturas más que analizada, impresa en la piel, la sentimos en los huesos, el panorama no pinta bien para ninguno de nosotros, ni para usted, ni para mí, ni para el vecino de al lado.
¿Y qué es lo que vamos a hacer? ¿Vamos a tratar de cambiar las cosas o a seguir agazapados en casa, en nuestras pequeñas y grandes desgracias cotidianas, tratando de mantener en pie nuestra propia economía, mirando únicamente por el bien propio, sin reparar en las necesidades del otro, tratando de salvar nuestros ahorros (si es que nos quedan algunos), nuestro puesto de trabajo y asegurarnos solamente el día a día, sin reparar en la que se nos viene encima, mientras todo a nuestro alrededor se derrumba y la tierra se hunde bajo nuestros pies? Queramos o no, estamos juntos en todo esto, y es un problema de todos que este país esté prácticamente en ruinas, no es un problema de los políticos únicamente, este es su problema también, y el mío y el del vecino de al lado. Por lo tanto, debe usted tomar parte en la búsqueda de soluciones, al igual que yo, y también de nuevo, el vecino de al lado.
Cabe imaginar, que vivimos en una comunidad de propietarios a gran escala, unos 46 millones de colindantes cabreados porque se ha roto una tubería y el fango nos está llegando a las orejas, las cuentas no nos cuadran para pagar al fontanero. Se convoca una junta urgente para que el presidente exponga la situación, y los demás inquilinos deben aportar soluciones concretas.
El del 1º D propone echar a la calle a la señora que limpia la escalera, así ahorraremos dinero, dice, y podremos pagar al fontanero.
El del 2º A propone construir una plaza en la trasera del edificio para que jueguen los niños mientras escuchan algún “cuentacuentos”, y luego cobrarles la entrada, así ganaremos dinero, y podremos pagar al fontanero.
El del 3º C grita emocionado ¡ya lo tengo!, ¡dividiremos la comunidad en 46 millones de partes iguales, un metro cuadrado para cada uno, y cada uno que pague la parte de la tubería que pase por su territorio, así ahorraremos dinero.
Una cuarta voz desde el fondo, el del 5ºB nos mira atónitos, mientras se levanta lentamente de la silla, y se dirige a todos en la sala en voz clara y pausada: “Queridos vecinos, llevo viviendo en esta casa desde que nací, unos cuarenta años, y ha pasado de todo, desde grietas más o menos importantes, que hemos ido tapando como hemos podido, pasando por guerras con los edificios de al lado a cuenta de no sé qué pozo negro, ataques de pandilleros que destruyen nuestras cristaleras, hiriendo o incluso matando a nuestros amigos y familia, la mayoría de las veces hemos estado hombro con hombro, tratando de solucionar las cosas, o al menos, de hacerlas más llevaderas.
¿Podemos, pues, también, ponernos de acuerdo de una vez en otras cuestiones básicas, tales como tapar el inmenso agujero negro que nos está devorando a todos?
¿Podemos enviar a nuestros hijos al mismo colegio, para que todos tengan la misma oportunidad de aprendizaje, respetando a su vez su individualidad y raíces?
¿Podemos tener un seguro de salud para nuestra comunidad, con los mismos servicios para todos, para que porque vivas en el portal 1 no tengas derecho a que te atiendan primero, para que el “primo de” no siga saltándose la lista de espera cada vez que lo necesite, por encima de nuestras urgencias, que también lo son?
¿Podemos elegir libremente, sin coacciones, sin miedo a que nos quemen en la hoguera o nos fusilen, quién representará a nuestra vecindad para los próximos cuatro años?
¿Podemos echar una ojeada a en qué se gasta el presidente de la comunidad nuestras cuotas, contribuciones y derramas?
¿Debemos pagarle un sueldo para toda la vida a éste señor que sencillamente nos administra y representa, e incluso a la mascota de los juegos olímpicos porque nos representó una vez?
Si somos 46 millones de ciudadanos, ¿Por qué hay 47 millones de ayuntamientos?
Llega la hora de votar, cada uno debe decidir cuál será la mejor manera de salir adelante, de asegurarse no sólo el presente, sino el futuro, no el mío, o el tuyo, el nuestro y el de nuestros hijos, el de nuestra COMUNIDAD, con lo cual sólo me queda pedirle, señor vecino, que vote usted con consciencia, sin miedo, y pensando que forma usted parte de un todo, le guste o no, le invito a leer, escuchar y a razonar todas y cada una de las opciones, sin atrincherarse en viejas ideologías, que sólo nos impedirán avanzar, renovarnos y salir airosos de este caos y esta apatía en la que nos encontramos inmersos.
(*)Candidata al Parlamento de Canarias por la isla de La Palma por Unión Progreso y Democracia
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