Las Palmas de GC, 21 de septiembre de 2011 | Economía | José Manuel Soria
A lo largo de esta semana participo en el III Workshop in International Economics en el Real Colegio Complutense de la Universidad de Harvard. Un programa de formación convocado por la Asociación de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado y al que asisten miembros del mismo y profesores de universidad. Unos cuarenta, en esta edición.
Aunque poco conocidos para el gran público, el equipo docente es muy destacado, incluyendo economistas de reconocida solvencia académica y prestigio tales como Gregory Mankiw, Dani Rodrik, Philippe Aghion, Daron Acemoglu, Douglas Irwin, Fritz Foley, Gita Gopinath, Esther Duflo, Nathan Nunn y Pol Antràs, director del mismo.
Teniendo en cuenta el delicado momento por el que atraviesa la economía internacional, particularmente la europea, por los temas y cuestiones que estamos abordando, el programa es de enorme interés.
Cuando se me pide una reflexión sobre el programa, aún no hemos llegado al ecuador del mismo. Sin embargo pueden vislumbrarse ya algunas conclusiones en relación a las sesiones ya celebradas, particularmente en lo referido a las grandes recesiones a lo largo de la historia, a las herramientas de financiación del comercio internacional o los paradigmas del crecimiento económico en un entorno de globalización y cambio estructural. Esto último me parece singularmente aplicable al caso de España.
Es verdad que el mundo ha conocido desde 2008 la Gran Recesión. Pero no es menos cierto que en España ha habido elementos adicionales de gravedad por una desacertada política económica. Un desacierto que ha llevado a seguir en recesión en 2010, mientras el resto de economías avanzadas del mundo, con mayor o menor acierto, comenzaban a tener crecimiento positivo. El resultado de todo ello se comprende cuando vemos el diferencial de la tasa de desempleo en relación a la media europea.
Hoy las cosas de nuevo han vuelto a complicarse en la economía mundial. Y, en casa, todavía, los deberes o sin hacer o a medio hacer. Y lo que debemos hacer es impulsar el crecimiento económico. No hay otra manera de generar empleo. Y no a cualquier tasa. Para crear empleo deberemos crecer por encima de dos puntos.
Y para crecer, nos decía ayer el profesor Rodrik, se precisan tres cosas. En primer lugar acentuar nuestra habilidad para integrarnos en la economía global con más comercio y más inversión. Es evidente que en el próximo ciclo expansivo, nuestra demanda interna seguirá jugando un papel importante, pero será insuficiente. Sera necesario impulsar los factores de dinamismo de la demanda externa, lo que se traduce en mejorar la capacidad de vender nuestros bienes y servicios en el resto del mundo, eso que se conoce como competitividad. Lo cual a su vez exige reformas urgentes como la del mercado laboral o del marco energético, entre otras.
En segundo lugar Rodrik apunta como factor del crecimiento la capacidad para mantener unas finanzas publicas sostenibles. Otra evidencia si tenemos en cuenta los efectos adversos que los déficits públicos generan sobre la financiación del sector privado y, por ello, en el consumo de las familias y en la inversión de las empresas. Si contemplamos las caídas en España de estas dos últimas variables podemos constatar el terrible efecto que los déficits públicos descontrolados han tenido en nuestra economía durante los últimos años.
Por último, Rodrik señala como factor determinante del crecimiento la disponibilidad de un marco institucional adecuado. Lo cual, en el caso de la economía española, engancha directamente con la necesidad de acometer reformas encaminadas a recuperar la unidad del mercado y la seguridad jurídica. En definitiva, necesidad de reformas que afiancen el crecimiento si queremos volver a la senda de generación de empleo.
Por todo ello, este programa es una extraordinaria oportunidad de puesta al día para funcionarios en activo, altos directivos de empresas, catedráticos y, como es mi caso, responsables políticos. Con solo una de dos condiciones: ser Técnico Comercial y Economista del Estado o ser profesor de universidad. Una oportunidad que, estoy seguro, nadie que cumpliera los requisitos -y tuviese disponibilidad para venir- dejaría de hacerlo.
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