Madrid, 15 de febrero de 2012 / Artículo de Opinión / Clemente Ferrer (*)
La cantante Whitney Houston ha fallecido a los 48 años de edad. Su canción "I Will Always Love You", banda sonora de la película El Guardaespaldas, se convirtió en un cántico para la posteridad.
Pero la carrera de Whitney Houston no sólo se limitó a la música. La artista ha colaborado en campañas publicitarias. Una de las últimas trataba de un corte radiofónico para apoyar la lucha contra el cáncer cerebral.
La cantante también fue noticia por su adicción a las drogas y el alcohol, así como por un turbulento matrimonio con el cantante Bobby Brown. La marihuana, la cocaína y la heroína no fueron las drogas más perjudiciales para Whitney. El crack le consumió como una ponzoña capaz de ahogar su belleza en las aguas turbulentas de una vida desarreglada.
Whitney se enclaustraba en su habitación con el crack como su cómplice de viaje. En los momentos más frenéticos luchaba consigo misma; se mordía y se hacía heridas, cuanto la droga llegaba a la cabeza.
Mientras tanto, la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción ha lanzado una campaña publicitaria en la que aseveraba que: “Las drogas siempre pasan factura. Abre los ojos”.
La droga llega directamente al cerebro. El estudio de la Oficina Nacional de Control de la Drogadicción de Washington, refrenda que las drogas pueden producir daños, como zozobra, melancolía, brotes psicóticos y tendencias al suicidio. ¿Será esto lo que algunos buscan, en clara línea con la cultura de la muerte?
Por otra parte la droga es una de las plagas de la sociedad de nuestros días. Se está investigando cómo terminar con esta lacra social, que sólo conduce a la muerte. Se debe luchar por la vida que es sagrada. La droga es la muerte, la inmolación de millones de seres ingenuos, en aras de uno de los más sucios negocios que ha conocido la humanidad.
Es necesario combatir la droga con una educación adecuada, con una menor permisividad, con un mayor respeto a la persona y con el ofrecimiento a la juventud de una perspectiva vital. El consumo de estupefacientes produce un deterioro físico y psíquico que transforma el paraíso de unos instantes en un prolongado e insoportable infierno. La droga es un camino de ida, sin retorno.
El vacío de Dios, ¿no lleva a la desesperanza? La desesperanza conduce a la deshumanización. El hombre sin Dios se deshumaniza y se hace enemigo hasta de sí mismo. A esto conduce el derroche de los narcóticos.
(*) Presidente del Instituto Europeo de Marketing
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