Asunción (Paraguay), 19 de septiembre de 2012 / Cartas al Director / María Wagner
El catolicismo, esa doctrina que lleva en pie 2000 años y que es soporte de gran parte del humanismo occidental, es periódicamente maltratada en la prensa, los medios artísticos, literarios, mediáticos. En las últimas décadas crece la tendencia al vapuleo injusto a causa de mentalidades de épocas pasadas muy desligadas de la postura eclesial actual. La Inquisición, las Cruzadas… pasan a primer plano en forma de reproche imperdonable mientras se obvian todos los beneficios espirituales y caritativos que desarrolla la Iglesia en los cinco continentes.
Leo Moulin, uno de los intelectuales agnósticos más prestigiosos de Europa, distanciado ya de la masonería afirmaba: “La obra maestra de la propaganda anticristiana es haber logrado crear en los cristianos una mala conciencia, infundiéndoles vergüenza por su propia historia. A fuerza de insistir, desde la Reforma hasta nuestros días, han conseguido convenceros de que sois los responsables de todos o casi todos los males del mundo. No ha habido problema, error o sufrimiento histórico que no se os haya imputado. Y vosotros, casi siempre ignorantes de vuestro pasado, habéis acabado por creerlo, hasta el punto de respaldarlos. En cambio yo (agnóstico, pero también un historiador objetivo) os digo que debéis reaccionar en nombre de la verdad.”
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