Telde (Gran Canaria), 15 de octubre de 2012 / Artículo de Opinión / Maribel Castro Melián (*)
El
grupo de gobierno de Telde, (PP-CIUCA-CC) ha decidido poner orden, de una vez
por todas, al descontrol existente hasta el momento en las cantinas ilegales
existentes en algunos locales sociales, que no lo olvidemos, son propiedad
municipal. En la última sesión plenaria se aprobó la
nueva Ordenanza que regula el uso, la gestión y la cesión temporal de
los inmuebles públicos municipales.
Es,
sin duda, una decisión valiente, como otras muchas que ha adoptado este grupo
de gobierno, en aras del interés general y la legalidad, pasando por encima de
intereses particulares. No en vano, durante 30 años a los colectivos vecinales
se les ha utilizado y manipulado convenientemente para servir a unos muy
concretos intereses políticos por parte de quienes hacían la vista gorda
mientras esos locales municipales se convertían en bares ilegales, competencia
desleal de los negocios legalmente establecidos.
Esta
práctica ante mencionada ha pervertido el sentido original de los colectivos
vecinales, alejándolos de su razón de ser, la de canalizar las demandas de los
ciudadanos de los barrios, para convertirlos en meros instrumentos, comparsas
de algún partido político. Ello ha provocado el desprestigio del movimiento
vecinal y la huida de los ciudadanos lejos de los mismos. Algunos apenas
cuentan con una decena de afiliados, pero se autoproclaman representantes de
barrios que cuentan con decenas de miles de habitantes. No es de recibo.
Algunos
de estos colectivos hace décadas que no realizan asambleas, con lo que la
democracia interna brilla por su ausencia. Las Juntas Directivas, la mayor
parte de ellas teledirigidas, están formadas por el presidente y el cuño, que
estampa en cualquier convocatoria arrogándose una representación vecinal de la que carece.
Resulta
absolutamente evidente que no tiene por qué afectar la actividad de los
colectivos vecinales el contar o no con una cantina en sus dependencias, porque
hay colectivos que nunca las han tenido y funcionan perfectamente, curiosamente
son los que más actividades realizan. Y es que no hay forma de entender qué
relación tiene un bar de copas con una asociación vecinal.
Lo
que ocurre es que a más de uno se le ha acabado el negocio que se traía entre
manos con esas cantinas, con su recaudación, con el alquiler de los salones de
esos locales vecinales, propiedad del pueblo de Telde, sin que mediara recibo,
contabilidad ni dación de cuentas de ninguna clase. Un negocio redondo que
ahora se les acaba. De ahí el cabreo de algunos. Los ciudadanos, sin embargo,
empezando por los vecinos de esos barrios, van a poder gozar ahora de un
espacio público en igualdad de condiciones. Toca ahora a los vecinos exigir, y
a los mandatarios asegurar, que esos locales se destinan al uso que se les
supone, sin convertirse en el reino de taifas de algunos privilegiados por
"el dedo de Dios".
La
aprobación de esta ordenanza va a evidenciar quiénes realmente están por
dinamizar la vida social en sus barrios y, por contra, quiénes y a quiénes les venía
muy bien la anarquía "tutelada" en el funcionamiento de unos locales de propiedad municipal, a los
que muchas veces es el propio Ayuntamiento les pagaba el agua y la luz, con lo
que el negocio era, insisto, redondo.
(*) Redactora del Ayuntamiento de Telde
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