Madrid (España), 18 de noviembre de 2013 / Artículo de Opinión / Jose V. Cobo
Una obra polémica y provocadora ha protagonizado la actualidad de los últimos días. El controvertido libro Cásate y sé sumisa, escrito por la periodista italiana Costanza Miriano y editado en nuestro país por el Arzobispado de Granada enseña a la mujer a obedecer a su marido. Defendiendo este comportamiento retrogrado la autora ha conseguido aparecer en todos los medios de comunicación españoles, así como colocar su libro en las librerías de toda España.
Que duda cabe de que las mujeres de todas las épocas hemos aceptado las cosas como son porque así las hemos heredado, sin cuestionarnos si son correctas o buenas para nosotras. La costumbre ha influido fuertemente en nuestra sociedad y la filosofía anquilosada también, pero curiosamente es la tradición católica la que ha marcado la pauta de muchos comportamientos actuales en la vida del occidente cristiano, también respecto al trato a la mujer. La pregunta obligada es ¿cuánto de verdaderamente cristiano hay en las antiguas tradiciones que han llegado hasta nuestros días, y cuánto de eclesiástico-dogmático?
A la enseñanza de Jesús de Nazaret en relación a las mujeres no se le puede reprochar nada, no así a las machistas normas de la Iglesia, las que deberíamos haber cuestionado hace ya bastante tiempo. Se sabe que existe una igualdad real de derechos, pero si se valora el peso que tienen las mujeres en la sociedad, no se puede obviar que a menudo tenemos un valor inferior, aunque en el pasado era aún más evidente pues las mujeres eran en parte propiedad del hombre y apenas tenían derechos. En los siglos de la inquisición se las rebajó al nivel del mal, de lo pecaminoso, a seres sin alma y esto en los países llamados cristianos. De ahí la pregunta de sí es correcto atribuir toda esta injusticia a Jesús de Nazaret.
Cuando se habla de cristianismo lo asociamos instintivamente con la iglesia católica, lo que en cierta forma es normal después de una huella tan marcada en nuestra sociedad. Sin embargo cristianismo no es catolicismo, además no es ésta la única huella que ha dejado la iglesia en los últimos 2000 años, tan sólo con la quema de brujas durante siglos se dejó una huella de sangre perfectamente visible hasta nuestros días. Este único dato debería motivar a millones de mujeres a cuestionar e investigar qué relación guarda ese doloroso baño de sangre con las sencillas enseñanzas de Jesús, quien contó entre sus discípulos con muchas mujeres a quienes trató en todo momento con igualdad y respeto.
La catedrática alemana Sabine Biberstein publicó en la Revista Spiegel un informe en el que se afirmaba que entre los numerosos investigadores existe una opinión unánime: en el movimiento que trajo Jesús de Nazaret hace 2000 años, desde el principio hubo mujeres. Biberstein escribe: “Ellas siguieron a Jesús ya en Galilea y Le sirvieron. Muchas otras mujeres estaban también allí y fueron con Él a Jerusalén”. Por ejemplo María Magdalena fue la primera persona a quien Jesús se le apareció tras Su resurrección, dándole el encargo de anunciar el mensaje de Pascua, al respecto escribe Sabine Biberstein: “El encargo dado por el mismo resucitado y la proclamación del mensaje de Pascua dota a Maria Magdalena con los rasgos de cualquier apóstol. La participación mancomunada de hombres y mujeres puede considerarse como una importante característica del movimiento de Jesús, que continuó su desarrollo en muchas comunidades de los primeros tiempos”. Sin lugar a dudas de estas declaraciones se deduce no sólo la igualdad en el cristianismo originario, sino que con toda seguridad en las primeras comunidades muchas mujeres tenían cargos directivos e incluso actuaban como profetas.
Basado en un programa del emisor italiano
Erde und Mensch
No hay comentarios:
Publicar un comentario