Santa Cruz de Tenerife (Canarias), 14 de diciembre de 2013 /Artículo de Opinión / Alfonso Juan López Torres.
La grana o cochinilla (Coccus Cacti) es un insecto que parásita en las ramas de los cactus (nopal, tunera, tuna o chumbera) del género Opuntia de la familia de las cactáceas, principalmente en Perú y en las Islas Canarias. Tiene la forma de un grano rojizo negro cubierto por un polvo blanco y de la hembra se extrae un colorante rojo natural que se conoce comúnmente como carmín y que es en realidad el cotizado ácido carmínico, empleado como tinte o tintura natural.
La cochinilla llega a Cádiz en el año 1820 procedente de la localidad mejicana de Veracruz, en un cajón en el que un donante le hacía llegar a Ildefonso Ruíz del Río con el propósito que la Real Sociedad Económica de dicha ciudad se encargase de su cultivo y posterior difusión, cosa que se hace así bajo el amparo y tutela del Rey Fernando VII.
Tras años de estudio en Cádiz, el Monarca satisfecho por los resultados obtenidos promueve en las Cortes un Decreto fechado el 29 de Junio de 1822 por el que ordena que las Sociedades Económicas de las provincias españolas en las que la temperatura y climatología reuniesen las condiciones necesarias para el cultivo del insecto se dedicaran a tal menester.
Es por ello que Canarias fue en tal sentido una de las provincias más privilegiadas, aunque la introducción de la cochinilla no fue nada fácil, ya que los agricultores canarios se mostraron al principio reacios a tal cultivo, pero una vez que los temores se disiparon al ver su gran potencial, la expansión de la misma fue muy grande al reunir nuestro Archipiélago las condiciones óptimas para su cría y desarrollo, al aportar para el mismo el clima suave, la escasez de lluvias y tormentas, el calor abundante y los terrenos fértiles y poco profundos.
Además en esas épocas la cochinilla vino a sustituir el cultivo de la vid que había entrado en crisis y por tanto el agricultor isleño encontró un paliativo a la gran crisis vitivinícola que se atravesaba entonces. Ante las buenas perspectivas que el negocio ofrecía forzó la producción cubriendo todo con nopales, desde las tierras con sol de la costa y medianías hasta la cumbre, comprometiendo en el cultivo su fortuna y su vida.
Transcurridos los años, y con el devenir de los siglos, la aparición de los tintes sintéticos hizo que se convirtiera poco a poco en un cultivo marginal. Actualmente y debido a ello, solo tiene cierta importancia en Lanzarote donde se dedican aproximadamente doscientas hectáreas sembradas de tuneras, en La Palma donde se recolectan unos cinco mil kilos al año y en Gran Canaria donde tiene hoy en día un gran impulso regenerador de dicho cultivo.
El cultivo del tuno y la cochinilla es una labor ecológica, a la que no afectan prácticamente las plagas, y ayuda al mantenimiento del suelo, evitando la erosión y ofreciendo además la posibilidad de aprovechar el fruto de la tunera para su comercialización. Además este insecto se halla perfectamente naturalizado en nuestro Archipiélago así como su alimento.
La Cochinilla Canaria puede considerarse en la actualidad, y más en la época de crisis en la que estamos inmersos, como una verdadera oportunidad y una potencial fuente de riqueza para las Islas Canarias. Es por ello que desde el Gobierno de Canarias, a través del Instituto Canario de Calidad Agroalimentaria dependiente de la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Aguas estamos trabajando en estrecha unión y colaboración con los productores de cochinilla de nuestras islas en la preparación de la Documentación necesaria para solicitar ante la Unión Europea el registro para la Denominación de Origen Protegida (DOP) “Cochinilla Canaria”.
Canarias. Latitud de vida.
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