SALT (Girona), 07 de febrero de 2014 / Cartas al Director / Jesús Martínez Madrid.
En el año que ha acabado murieron de forma violenta 19 sacerdotes, una religiosa y dos laicos, la cifra total duplica a la de 2012. El asesinato de cualquier persona siempre es un drama. Más aun cuando estas personas entregan su vida a la labor de anunciar el Evangelio, la buena noticia, al mundo. El asesinato es un acto de odio y, en este caso, de desagradecimiento y desprecio. No dejemos de rezar por todos aquellos pastores de la Iglesia universal que son asesinados por ser testigos de Jesucristo en el mundo.
No obstante parece chocante que organizaciones que están constituidas para defender la paz y la armonía entre los pueblos olviden a los que mueren por los demás y provoquen incompresiones amonestando y emitiendo notas y recomendaciones por acciones que ciertamente deben evitarse pero no airearse. Haber cunado la ONU reconoce a los que dan la vida por por la paz y la felicidad de seres humanos en zonas desfavorecidas.
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