SALT (Girona), 7 de agosto de 2017 / Cartas al Director / Jesús Martínez Madrid
Pasé unos días del mes de junio en la provincia de Burgos y en uno de esos días, se estaba finalizando el curso escolar, leía en la prensa local el titular: “La FAPA pide a los padres que no matriculen a sus hijos en religión”. El artículo hacía referencia a que la Federación de Madres y Padres de Alumnos de los Colegios Públicos de Burgos (FAPA) volvieron a “reivindicar” una “escuela laica” y pidieron a los padres de los alumnos que no matriculen a sus hijos en la asignatura de religión.
La FAPA defendía que “las distintas religiones deben usar sus espacios propios de culto y no la escuela, que debe educar en valores universales”. Criticaron que la inclusión de los niños en estas asignaturas les segregan. Al leer está última afirmación me pregunté, ¿tú que estudiaste religión en la escuela te has sentido segregado alguna vez? Entre los miles de condiscípulos y posteriores compañeros de estudios y profesión que tienes y has tenido ¿han conocido alguno que se sienta segregado por haber tenido clases de religión en la escuela? La recomendación de la FEPA más me parecía fruto de una pretensión de imponer el laicismo que de evitar la segregación. Desgraciadamente este hecho parece que no se da solo en Burgos.