SALT (Girona - Cataluña), 16 de enero de 2016 / Cartas al Director / Jesús Martínez Madrid
En un artículo que leía uno de estos días de descanso de Navidad, se hacía un análisis sobre la noción de género que me parece interesante desarrollar un poco. La noción de género es una herramienta legítima y necesaria para el análisis social que constata las diferencias culturales entre el varón y la mujer, y no necesariamente ha de estar ideologizada. Pero a la vez es una noción limitada que no llega al núcleo de la diferencia sexuada.
Los esquemas sexo-género nacen a mediados del siglo pasado en el marco de un debate de la edad moderna entre naturaleza y libertad, del que a su vez surgió la polémica entre naturaleza y cultura (modo de llamar a las realizaciones propias de la libertad), en los que ambas nociones son interpretadas como dos realidades previamente constituidas. De esta manera, su articulación vendría a ser a modo de una goma elástica de la que una y otra tiran de cada lado, con la pretensión de ganar cada cual el mayor terreno posible, incluso hasta absorber uno de los extremos en el otro.
En dicho contexto dualista, regido por ese extraño “tira y afloja”, el género ha absorbido y domesticado al sexo, convirtiéndose en una noción invasiva que lo abarca todo y que no significa nada. Pero si la diferencia varón-mujer fuera puramente cultural, como han defendido muchos entre ellas Simone de Beauvor, Margareth Mead o Judith Butler, se trataría de una cuestión que dependería únicamente de la propia autodeterminación, sin nada fijo que no pueda ser susceptible de cambio o de un enfoque contradictorio.
Sin embargo, a pesar del enorme don de la libertad, el ser humano no escapa a unas leyes, al menos en su corporeidad, y ahí se centran las leyes biológicas de las que se sirve la medicina. Por su parte, también se advierten ciertos universales psíquicos de los que se ocupa la psicología -y aplica la psiquiatría-, intentando conocer ese algo –tan complejo-, que constituye el psiquismo humano en el que aparece el subconsciente, los arquetipos colectivos, las ideas, las creencias, las preferencias, las actitudes, los impulsos, los deseos, las manías y los tipos de comportamiento. De aquí que la estructura psico-somática –sometida a ciertas leyes-, parece una evidencia innegable, como también lo es la libertad y las muchas posibilidades distintas que ofrece para solucionar unas mismas necesidades o problemas. De ahí que no sólo sea legítimo hablar de cultura sino de culturas. Me parece interesante hacer este comentario después de los pasado estos días de Navidad, entre los Reyes y las reyas, los atropellos a mujeres en Colonia post celebración fin de año, etc.
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