SALT (Girona - Cataluña), 30 de julio de 2016 / Cartas al Director / Jesús Martínez Madrid
“¿Por qué no nos educan para la vida?”. Con esta sentida pregunta se
lamentaba mi mejor mitad al encontrarse de forma inesperada con una de
esas situaciones de sufrimiento en el entorno familiares el que la
aparente clama se torna inoportunamente en un terremoto que deja a
todos temblando. Pues eso, por qué no nos educan para la vida, yo
también me lo pregunto, y si no nos educan para la vida, para qué nos
educan.
Sven Lindqvist en su libro ‘Exterminad a todos los salvajes’ hace un
recorrido por la historia de los diversos exterminios producidos en la
humanidad y afirma que la sociedad, el arte, la cultura, toda la
civilización no es sino una evasión, un gran autoengaño colectivo cuya
intención es hacernos olvidar que incesantemente caemos por el aire,
que a cada instante estamos más cerca de la muerte.
No es cuestión de vivir atormentados pensando incesantemente en
nuestra desaparición; no necesitamos esto, pero tampoco es sano
emocionalmente vivir en un continuo estado de evasión, de autoengaño,
de espaldas a la realidad de la vida tal cual es, aferrándonos a algún
falso modelo, a como nos gustaría que fuera o a vivir la vida que
otros nos diseñan. Aprender a interpretar las cosas en su contexto es
una forma sensata de educarnos para la vida con el fin de estar
equilibradamente instalados en ella. Pero no, es mejor que estemos
distraídos, engañados, aturdidos o evadidos para que desde instancias
que no son las nuestras otros digan cómo debemos vivir.
Educar para la vida sería también enseñar que todos los que nos rodean
son humanos, iguales a nosotros, independientemente de su raza, sexo,
origen o condición; sería saber que el orden del Universo es ajeno a
nosotros, anterior a nuestra existencia, y que lo único que se nos
pide es que no lo destruyamos, que respetemos lo que nos rodea, porque
si no lo respetamos estaremos autodestruyéndonos en un soberbio
ejercicio de estupidez colectiva que nunca llegará a ejecutarse del
todo porque siempre habrá personas sensatas que podrán orden; siempre
existirá una Conciencia global del Universo más poderosa que nuestra
torpeza.
Pues eso, eduquemos para la vida; lo demás vendrá por añadidura, sin
tensiones, con sosiego.
“¿Por qué no nos educan para la vida?”. Con esta sentida pregunta se
lamentaba mi mejor mitad al encontrarse de forma inesperada con una de
esas situaciones de sufrimiento en el entorno familiares el que la
aparente clama se torna inoportunamente en un terremoto que deja a
todos temblando. Pues eso, por qué no nos educan para la vida, yo
también me lo pregunto, y si no nos educan para la vida, para qué nos
educan.
Sven Lindqvist en su libro ‘Exterminad a todos los salvajes’ hace un
recorrido por la historia de los diversos exterminios producidos en la
humanidad y afirma que la sociedad, el arte, la cultura, toda la
civilización no es sino una evasión, un gran autoengaño colectivo cuya
intención es hacernos olvidar que incesantemente caemos por el aire,
que a cada instante estamos más cerca de la muerte.
No es cuestión de vivir atormentados pensando incesantemente en
nuestra desaparición; no necesitamos esto, pero tampoco es sano
emocionalmente vivir en un continuo estado de evasión, de autoengaño,
de espaldas a la realidad de la vida tal cual es, aferrándonos a algún
falso modelo, a como nos gustaría que fuera o a vivir la vida que
otros nos diseñan. Aprender a interpretar las cosas en su contexto es
una forma sensata de educarnos para la vida con el fin de estar
equilibradamente instalados en ella. Pero no, es mejor que estemos
distraídos, engañados, aturdidos o evadidos para que desde instancias
que no son las nuestras otros digan cómo debemos vivir.
Educar para la vida sería también enseñar que todos los que nos rodean
son humanos, iguales a nosotros, independientemente de su raza, sexo,
origen o condición; sería saber que el orden del Universo es ajeno a
nosotros, anterior a nuestra existencia, y que lo único que se nos
pide es que no lo destruyamos, que respetemos lo que nos rodea, porque
si no lo respetamos estaremos autodestruyéndonos en un soberbio
ejercicio de estupidez colectiva que nunca llegará a ejecutarse del
todo porque siempre habrá personas sensatas que podrán orden; siempre
existirá una Conciencia global del Universo más poderosa que nuestra
torpeza.
Pues eso, eduquemos para la vida; lo demás vendrá por añadidura, sin
tensiones, con sosiego.
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