Asunción (Paraguay), 28 de enero de 2015 / Cartas al Director / Eva Catalán
El encuentro de un transexual -católico "practicante" y víctima verbal de sus compañeros parroquianos tras su cambio de sexo-, con el Papa en el Vaticano, parece uno de esos casos lacrimógenos con los que ciertos grupos de presión empujan sus agendas, desde el aborto a la eutanasia, pasando por el "matrimonio" gay y su derecho a adoptar ... aireándolos o haciéndolos surgir de la nada para culminar con un despliegue mediático global que mentalice a la población de la necesidad de cambiar las normas, las conciencias y hasta la misma ley de Dios. Aquí se busca provocar una asociación amigable entre el catolicismo, último bastión a derrocar, y este comportamiento sexual una vez se ha victimizado convenientemente a uno de sus representantes y apelado a un falso sentido de la misericordia.
El Papa no debe hacer acepción de personas, sino como Cristo, recibir a pecadores y meretrices, pero no sólo para escucharles y despedirles con una palmada en la espalda. El Hijo de Dios murió para salvarnos de la condenación eterna y fue drástico en su discurso: "Vete y no peques más", porque el amor es exigente.
El Papa está aprendiendo a ser Papa. Ojalá que lo haga con rapidez.
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