Málaga (Andalucía - España), 14 de abril de 2015 / Artículo de Opinión / Ana Sáez Ramirez (*)
Existe un interesante estudio realizado en 2009 por científicos de la NASA en el que se analizaron los motivos de la caída de los mayas sirviéndose de datos extraídos por satélite, a través de modelos climatológicos y de hallazgos arqueológicos, también a través del análisis del polen de sedimentaciones marinas. El resultado fue que el polen de los árboles había desaparecido prácticamente por completo en la época del declive. En su lugar sólo se encontró polen de mala-hierba. Dicho con otras palabras: la región había sido desforestada prácticamente por completo. Sin embargo no a causa de una catástrofe natural.
Es posible imaginárselo de la siguiente manera: los mayas tenían una técnica de cultivo agrícola específica basada en la deforestación por incendio del terreno de cultivo. A continuación cultivaban durante tres años y luego se barbechaba la tierra durante quince. En este periodo de barbecho la naturaleza tenía la posibilidad de regenerarse y los árboles y arbustos volvían a crecer. Sin embargo se puede comprobar que los mayas al final desforestaban cada vez más rápidamente para poder cultivar cada vez más y con mayor rapidez. A lo que se suma una considerable disminución de precipitaciones. Qué duda cabe que la aridez fue consecuencia de la deforestación.
En un escenario con un 100% de deforestación se puede comprobar que la temperatura sube de tres a cinco grados con un 20% a 30% menos de precipitaciones, esto da lugar a una reducción de las cosechas, lo que a su vez produce enfrentamientos sociales, hambre, guerras y posiblemente también enfermedades. Lo que nos recuerda a nuestro tiempo actual. También hoy se conoce por ejemplo la relación que existe entre la deforestación de la selva tropical y el calentamiento global. Sí, y también los científicos de la NASA han manifestado que en realidad los mismos mayas son los culpables de su declive. Con lo que se puede afirmar que los mayas no fueron un pueblo que vivía en armonía con la naturaleza.
La lección para el ser humano de esta época es reconocer que una cultura, por muy desarrollada que sea, también necesita de las condiciones climáticas para subsistir. Y si algo se sale de su ritmo natural puede producir escasez de alimentos, enfrentamientos y enfermedades, el caldo de cultivo perfecto para que toda una cultura pueda experimentar el final de sus días.
(*) Del programa: «Cuando las culturas colapsan»
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