Madrid (España), 22 de junio de 2015 / Cartas al Director / Josefa Romo
El 20 de junio, el Papa viajó a Turín, en cuya catedral veneró, de nuevo, la Sábana Santa que envolvió el cuerpo de Cristo en el sepulcro. De ella, dijo, en 2013: "Este Rostro tiene los ojos cerrados, es el rostro de un difunto y, sin embargo, nos mira de un modo misterioso y nos habla en el silencio». Es de lino y encierra un milagro que deja boquiabiertos a científicos ateos que la estudian. ¿Qué es un milagro? Un hecho extraordinario inexplicable para la razón y la ciencia, exponente de la omnipotencia divina y que acerca a muchos a la fe. Milagros hay muchísimos: los santos canonizados, su santidad ha sido verificada por la Iglesia mediante la realización de algún milagro por su intercesión, confirmado el hecho inexplicable por varios médicos y teólogos. Hay dos milagros para nuestra época, imposibles de constatar si no fuera por la técnica tan avanzada: el de la Sábana Santa (la Síndone) y el de la imagen de la Virgen de Guadalupe en la Tilma del indio Juan Diego. ¿Quién podría negar esa maravilla presentada por la técnica moderna? La Sábana Santa es el negativo de la fotografía del Señor con su cuerpo herido como se expone en los Evangelios, y con elementos del lugar: flores, espinas, etc. Quien no cree, es porque cierra sus ojos. La fe es un don de Dios, que se resiste a los soberbios y se manifiesta a los limpios de corazón.
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