Santa Cruz de Tenerife (Canarias), 23 de noviembre de 2015 / Artículo de Opinión / Pedro J. Brissón
La historia apoyada por la arqueología demuestra que los primeros pobladores de las Islas Canarias trajeron consigo, -entre otros animales-, cabras y cochinos, la lógica estriba en que no son animales grandes y ocupan poco espacio para llevarlos en navíos. Además, se reproducen bastante bien, las cabras aportan leche y con ésta se puede hacer queso, con lo cual, desde los inicios del poblamiento de Canarias las cabras han estado con nosotros y han sido fundamentales y de primer orden en la dieta alimenticia.
Por suerte para ellas, en esa época no existía el Cabildo, ni la Consejería de Medio Ambiente, ni los negocios de subvenciones de Europa hacia Canarias. ¡Todo por dinero!, no se crean que por un repoblamiento de especies autóctonas, los medianeros pedigüeños iban a ondear la bandera ecologista. Primero, porque la vida animal prevalece para un ecologista y segundo, porque cuando tanto interés se pone en la ejecución, es a causa de que lo económico está detrás y prevalece para ellos. Y es que la cultura política en esta tierra se basa en un modelo económico de subvención y lloriqueos hacia Europa, modelo que le ha ido muy bien a estos medianeros, pero no al resto del pueblo.
El Cabildo, además, ha sido capaz de contratar mercenarios españoles “especializados”, para que estos asesinos se diviertan jugando al tiro al blanco, -en este caso tiro a la cabra-, y digo bien, ¡asesinos!, ya que matar por dinero, dejando abatidos a los animales sin recuperarlos, es un asesinato sistemático y en este caso, además lucrativo.
Y tan asesino es el que manda matar, como el mercenario que lo ejecuta con premeditación. El Cabildo ha demostrado en su orden de aniquilamiento de centenares de cabras, que no tiene el mínimo respeto a la vida, es vergonzoso que tenga en sus manos la responsabilidad de Medio Ambiente, este organismo al que representa y que le queda grande, ya que no llega ni a medio, por no decir, ni a un cuarto ambiente siquiera, al acometer tal acción despreciable y deplorable. Una cosa es matar para comer y otra cosa es intentar hacernos creer que las hierbas que comen las cabras es motivo para exterminarlas, desde los inicios de arribadas para poblar las Canarias, las cabras no han eliminado la flora autóctona, sino que la han fortalecido…
Dejo para finalizar un extracto de un correo que me mandó el Padre Báez, creo que bastante elocuente y que deja más claro lo que quería decir: …¿Acaso hay ejemplares más hermosos que l@s guaniles? Observen no estoy canija, como las cabras de corrales comedoras de piensos y químicas, a las que les prohíben pastar y andar libres como nosotras. Es mentira que nos guste ramonear: pinos, cipreses, cedros, etc. Sólo comemos hierbas y arbustos como: escobones, teheras, azucareras, vinagreras, etc., ¡y hasta juncos!, pero jamás comimos: tabaibas, beroles, y otras basuras protegidas. En cuanto a las plantas protegidas y autóctonas, las reforestamos al llevar el polen en nuestro pelo, y las semillas en nuestras cagarrutas, que depositadas en el lugar apropiado y en espera del agua ya tienen hasta el abono de inicio; somos las que desde siempre hemos mantenido la vegetación o flora existente, y sin nosotras -científicamente demostrado por el mismo cabildo que permitió mi muerte- desaparecerá la flora, por más que endémica o como sea. Nunca pensé, que mi curiosidad me costara la vida, y no por una caída sino por un tiro que no merecía, sino la máxima protección, por pertenecer a la mejor clase de cabras que haya en el mundo. Ecologistas de pacotilla, de menos de dos dedos de frente, maniáticos y fanáticos, están contra nosotr@s, y entre el reino animal-vegetal, prefieren a las plantas, las mismas que nosotr@s respetamos, pues depende de ellas nuestra supervivencia (y ellas las plantas- necesitan de nosotras, para seguir existiendo, y disculpen me repita. Ojalá esta muerte sin razón, sirva para que no se siga cometiendo este gran atentado contra la vida…(Padre Báez)
Pedro J. Brissón 22/11/2015
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