Cáceres (España), 22 de mayo de 2016 / Cartas al Director / Juan García Rodriguez
La “aconfesionalidad” o “laicidad” del Estado significa que éste, en sus actos responsables e instituciones, no hace propia ninguna religión o ideología ni, por tanto, las impone a sus ciudadanos; al contrario, respeta las diferentes convicciones existentes en la sociedad, y colabora con ellas en la promoción del bien común.
La Iglesia no quiere privilegio alguno, pero es de justicia reconocer su presencia y la de los cristianos en los diferentes ámbitos sociales. Es lo justo en un Estado llamado a defender la libertad y los derechos de todos.
Por el camino contrario, corremos el riesgo de desarrollar una especie de religión de Estado, es decir, en un ateísmo más o menos abiertamente declarado, en lugar de defender la libertad de todos y la “aconfesionalidad” auténtica de las instituciones de nuestro Estado democrático.
Juan García.
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