Agaete (Gran Canaria - Canarias), 25 de agosto de 2016 / Artículo de Opinión / Fernando Báez - Sacerdote.
... al tratarse de unas plantaciones exóticas, son rechazadas por ecologistas, la sociedad en general y hasta por los políticos (menos los del cabildo que las defienden cerrilmente, a capa y espada) y ello por los daños que causan a la conservación de la biodiversidad, entre otras mayores, ya que no tenemos estabilidad ecológica por sus culpas. Pues con tantas plantaciones de pinos no se mejora el medioambiente, ¡ni mucho menos!, pues perdemos suelo; es falso lo del agua (hidrología), el impacto es totalmente negativo. Desgraciadamente, aquí esto no se estudia, sino que se nos convence de sus falsas bondades. Y es que a primera vista como que sí, pero no; no se favorece la estabilidad del ecosistema, pues ni se crea más biomasa, ni se aumenta la cobertura vegetal, ni entra materia orgánica en el suelo, etc.; es evidente la nocividad de los pinos, pues con ellos se retira la vegetación existente y se disturba el suelo (se compacta), y además, es que el pino consume muchísima agua, con lo que disminuye el rendimiento hídrico y por tanto va secando el suelo, con lo que se descompone el mismo y pierde fertilidad, dado que con los pinos, no entra nueva materia orgánica, ya que la pinocha en su uniformidad es resistente a microorganismos, con lo cual a más pinos, menos orgánico el terreno y más seco, y así con estas alteraciones (micro-climáticas y edáficas alteradas) el pino hace que la vegetación natural sea totalmente ausente. Es más claro que el agua, que el impacto de los pinos sobre la hidrografía es totalmente contradictorio a lo dicho, ya que las plantaciones de pinos revelan evapotranspiración y escorrentías reducidas. Las plantaciones de pinos (que no bosques), reducen las escorrentías, y aumentan la transpiración respecto a zonas, reducen el caudal, y ello entre 50 y 90 %, llegando a casos de desertización total, donde antes corría el agua, no así cuando la vegetación es la propia del lugar y la que haya existido siempre. Prácticamente la reducción de lluvias, comienza desde que se plantan los pinos. Las diferencias son notables si se trata de vegetación natural y propia a cuando se trata de pinos. Pero el impacto de los pinos va más allá, alcanzando a la calidad de la materia orgánica, que llega a modificar la formación y la descomposición del suelo, dada la pobreza de la pinocha y otras consideraciones, degradan el terreno empobreciéndolo hasta la esterilidad o muerte del mismo. Nada digamos (ya por ahora) de los efectos del fuego.
El Padre Báez, supone que todo el mundo sabe que la descomposición de la pincha es más que lenta, y de pobrísima calidad, por su alto contenido de polifenoles, que ni retienen el agua, ni protegen el humus, que se descompone, y ya el terreno con ella sin materia orgánica. Repito el gran consumo de agua por parte del pino, el suelo por ello se seca, y al secarse el suelo, éste pierde la conexión entre las partículas minerales y orgánicas, con lo que el contenido de materia orgánica disminuye y los suelos se transforman de retenedores de agua en repelentes de la misma, con lo que plantando pinos, conseguimos la pérdida del agua, y también la del carbono (dos importantes beneficios del suelo).
Hoy, les comunico el fallecimiento de un hermano en el sacerdocio (el Rvdo. Don Juan Betancor Domínguez):
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Descanse en paz.
"Yo soy la resurrección y la vida -dice el Señor-: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre."
(Juan 17, 25-26).
Mañana jueves, 25 de agosto a las 11.00 h tendrá lugar la Misa en la parroquia de Santa Isabel de Hungría y después el entierro.
“... lo mismo que el cansado labriego, por la tarde, de la dura fatiga quisiera descansar...” (del himno de Vísperas del día de hoy miércoles). / “... nos ha trasladado al reino de su Hijo querido...” (Col 1, 12-20). / “... benditos son los pies de los que llegan para anunciar la paz que el mundo espera, apóstoles de Dios que Cristo envía, voceros de su voz, grito del Verbo...” (del himno de II Vísperas del común de Apóstoles).
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