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lunes, 8 de agosto de 2011

Muere el prestigioso abogado Calzada Fiol (última entrevista)

Las Palmas de GC, 08 de agosto de 2011 | Crónica | Marisol Ayala.


Publicado el  por Marisol Ayala
Marisol Ayala
Ayer, a los 82 años falleció el abogado Alfonso Calzada Fiol. Calzada forma parte de la historia jurídica de las islas y de la vida social reciente.  Como abogado defendió entre otros, a Juan García,“El Corredera”; el Caso Cathaysa como acusación particular y asimismo tuvo presencia jurídica en al proceso a Juan Cabrera Batista,” El Rubio” . Esta la última entrevista que concedió, larga pero interesante. Por tratarse de un personaje de tanto interés la publico completa a modo de recuerdo y de homenaje a un buen amigo de mi padre. Desde su casa de Tafira, hace tres años, Afonso me contestó y posó. Estaba feliz y bien de salud pero ya salía poco de casa. Descanseen paz.
“EL CORREDERA” FUE MI CRUZ Y UN SER HUMANO FUERA DE SERIE”
SIEMPRE PENSÉ  QUE EL CORREDERA ERA PERFECTO PARA LEVARLO AL CINE. COMO PERSONAJE”
Con 80 años de sabiduría a sus espaldas, Calzada Fiol es uno de los más prestigiados juristas de Canarias, cuya toga ha defendido casos de gran repercusión social hoy y ayer. El Corredera, el Rubio, el de Cathaysa…
 - Usted es el letrado que más casos penales ha llevado. Supongo que habrá algunos que se le habrán grabado por razones varias.
- No sé si soy el abogado que más asuntos penales ha llevado, pero sí creo que soy el que más casos de sangre ha llevado, tanto de defensor como de acusador particular: homicidios, asesinatos o robos con homicidio y consejos de Guerra en la Jurisdicción Militar… Indudablemente, hay juicios que no sólo han quedado grabados en mí sino que están como tatuados a fuego. Por ejemplo el Corredera, el Rubio, el de Cathaysa. La lista seria muy larga.
Calzada Fiol, fallecido ayer a los 82 años.
- Este último, el de Cathaysa, está aún fresco en la sociedad, ¿y en usted?
- Le diré que sí. No fue difícil ejercer de acusador particular a la vista de las actuaciones, pero sí fue algo horrible. El asesino tuvo suerte el día del juicio oral; el público estaba alterado y inquieto y el presidente ordenó desalojar. Instantes después se fue la luz. Si llega a estar el público dentro en ese momento, al asesino no le hubiera quedado ni una uña.
- Dura experiencia esa. Por cierto, alguien me dice que está usted a punto de colgar la toga, que se jubila. ¿Es cierto?
- No. Aún estoy dado de alta en el Colegio de Abogados y tengo despacho. No, pero no será muy tarde.- El Corredera ha sido, en mi opinión, su tema y su cruz, ¿no está un poco cansado del personaje y su mitificación. Le seré sincero. El Corredera, como usted afirma, es mi cruz, pero yo del tema Juan García Corredera no me cansaré nunca. Es algo que está dentro de mi propia vida. No creo que fuera un mito, ¡fue un ser humano fuera de serie! Su familia fue perseguida de forma tenaz, y sin razón alguna. Juan, por ejemplo, no tenía que hacer el cuartel, porque estaba exento de cupo, y huyó de Telde porque lo acorralaron, por ser de la Sociedad de Trabajadores.
- Hay personajes que atrapan y veo que en su caso, éste fue uno para usted.
- Yo estuve un año visitándolo en Barranco Seco y jamás me habló de política, así que jamás entendí cómo después de transcurridos 22 años de cometer un delito este hombre fue condenado a muerte y ejecutado a garrote. Tampoco comprendí cómo fue juzgado por la Jurisdicción Ordinaria y luego en Consejo de Guerra Sumarísimo. Nunca he visto tantos errores jurídicos y judiciales. Resultó muy triste hablar con él, uno frente al otro, con todo cariño y a la media hora verme pagando el nicho nº 142 del cementerio de Tafira, sin que se respetara su última voluntad de ser enterrado en Telde en el nicho de su madre. Todo eso me trae el recuerdo de personas que, desinteresadamente, me apoyaron.
- La suya es historia de cine, en la línea de El crimen de Cuenca y tantos otros franquistas.
- Yo siempre tuve la convicción de que el caso Corredera era perfecto para llevar al cine. Antes que nada en memoria de un hombre excepcional. Un personaje como él es dificilísimo de olvidar.
- Me encanta hablar con usted porque no creo que haya nadie por aquí que haya vivido tan de cerca historias de nuestra vida que se han convertido, para bien o para mal, en leyenda. Ángel Cabrera Batista, el Rubio, Cathaysa y tantos más.
- Le diré que con el Rubio hablé una sola vez en el Juzgado de Instrucción todo ello a raíz de su entrega, desde mi punto de vista absolutamente absurda. No entiendo el motivo por el que el juez instructor de Las Palmas me citó y me ordenó que defendiera a Ángel Cabrera el Rubio, porque él tenia a Limiñana y a Fernando Sagasata y me marché. Mi cliente era el hermano de el Rubio, Roberto Victoriano, que sí que desapareció y nunca más se supo de él. Fue el único absuelto.
- Calzada, me gustaría saber su opinión dada su larga trayectoria sobre la legitimidad o no de la pasada huelga de jueces. ¿Cuál es su postura?
- En primer lugar no soy juez y, obviamente no puedo valorar el alcance de sus problemas. Como jurista creo que la Administración de Justicia no puede crear un vacío que deje al pairo al justiciable.
- Otra cuestión. En alguna ocasión hemos comentado la desvergüenza de programas de televisión en los que todo vale con el fin de aumentar audiencia. ¿Quién debía poner freno a este disparate televisivo?
- No hay que preguntar quién podría poner fin a este gravísimo problema. Todos lo sabemos, y los que tienen potestad para ello no saben y no quieren. Te explicaré. En la actualidad los chicos tienen de todo: salidas nocturnas, ordenadores, comunicaciones por internet con personas que no conoces… No quiero parecer un batalla, como dicen los jóvenes, pero yo recuerdo que antes, esporádicamente, ocurrían casos que te ponían la piel de carne de gallina, pero no con la frecuencia y la crueldad del asesinato de Iván, de Marta del Castillo y tantas muertes violentas.
- Desde fuera una tiene la impresión de que los delincuentes, los asesinos, evolucionan al tiempo que lo hace la vida. ¿Cómo era el delincuente, el criminal de hace 20 y cómo es el de ahora?
- El delincuente común era diferente al de hoy. Eran personas que normalmente eran agradecidas y en consecuencia, seguían la actuación de los profesionales con respeto. Hoy evolucionan con más frialdad en consonancia con la fría evolución de la vida.