Málaga (Andalucìa - España),18 de julio de 2016 / Cartas al Director /
Mª José Navarro
Es un conocimiento extendido el que la ciencia y Dios son dos ámbitos que apenas tienen nada que ver, es más, siempre se han considerado contrapuestos, incluso ámbitos que se repelen ante tanta disparidad. Durante cientos de años lo que decían los científicos lo rebatía la Iglesia y viceversa. Si además la persona que buscaba encontrar explicaciones o tener un entendimiento claro se basaba para ello en la Biblia tradicional, apenas encontraba algo concreto y satisfactorio sobre la formación de la vida, las correlaciones físicas o las interrelaciones ecológicas. Hoy día en base a las investigaciones modernas y demostraciones científicas, el clero no ha tenido más remedio que dejar de querer imponer un criterio basado en unos escritos recopilados hace aproximadamente 2000 años sin base científica alguna, y bajo el auspicio de los propios escribanos de la época.
Otra cosa totalmente diferente son las fuentes de conocimiento expresadas por un verdadero profeta de Dios, como lo son justamente las manifestaciones dadas en el tiempo actual a través de Gabriele de Würzburg. Allí comprobaremos que el Espíritu de Dios ha aclarado a la humanidad en los últimos decenios las interrelaciones que hasta entonces nos eran totalmente desconocidas, y en una profundidad nunca imaginada. Desde hace 40 años Gabriele ha percibido y acogido el lenguaje de luz del mundo divino espiritual, traduciéndolo al lenguaje de los hombres. Lo que Dios ha transmitido a la humanidad a través de ella se puede leer en muchos libros y escritos, se trata de la obra de manifestación divina más grande que ha tenido lugar desde que Jesús de Nazaret pasó por la Tierra, pues contiene las respuestas a todas las preguntas decisivas de nuestra existencia: ¿Por qué existe un mundo terrenal? ¿De dónde venimos y adónde vamos? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida? ¿Cuál será el destino de toda la humanidad?
Como base para tratar muchas de las preguntas de índole científica recurrimos a una manifestación del año 1986 con el título: «Origen y formación de las enfermedades». Esta manifestación ha sido publicada en el libro de igual título y en el que se puede leer el siguiente párrafo: «Todo se basa en vibración. La vibración del cuerpo físico coincide en su mayor parte con el número de vibraciones de la Tierra, pues ambos, el ser humano y la Tierra, son materia, energía potenciada, cristalizada. La materia tiene sus volúmenes y pesos. Para la concepción humana es una sustancia compacta y real, condicionada cósmicamente e incorporada a la gran totalidad, y que tiene su función en los universos, en el infinito. Este punto de vista es relativo, pues las tres dimensiones de la materia, referentes a tiempo y espacio, pertenecen a la ley causal, la que si bien está contenida en el infinito, es realmente mantenida dentro de ciertos límites por la ley eterna».
La pregunta sobre si la coherencia del mundo se mantiene y coexiona en lo más interno, si se trata de elementos materiales o no, es un tema central de la física moderna, especialmente de la física cuántica. El físico Hans Peter Dürr, exdirector del Instituto alemán de física Max-Planck declaró al respecto: «En el fondo no existe la materia, por lo menos no en el sentido habitual. Primariamente sólo existe una relación que unifica sin una base material. También podría denominarse espíritu. La materia y la energía se manifiestan sólo en un segundo plano. En el mundo cuántico subatómico no existe objeto alguno, no existe la materia, ni sustancia alguna, es decir cosas que podamos tocar y entender». En esto vemos que la ciencia y Dios están realmente muy cerca, pues todos los procesos materiales y cósmicos están basados en la ciencia, pero también en Dios. Y no sólo porque todo está contenido en todo, sino porque Dios es el creador de todo.
(*) Del programa: “¿Es todo espíritu?”