Barcelona (Cataluña - España), 07 de enero de 2016 / Cartas al Director / María Ferraz
Según los datos de la Prefectura de la Casa Pontificia, los visitantes recibidos por Francisco cayeron dramáticamente a más de la mitad, desde los 6,6 millones en los primeros 9 meses de su pontificado en 2013, a los 3,2 millones de peregrinos que visitaron y asistieron a los eventos papales, liturgias y servicios de oración en el Vaticano en 2015.
No debe extrañarnos de que el rebaño de Cristo se haya dado cuenta progresivamente de lo que pretende Bergoglio con sus nuevas directrices, que poco a poco va implementando ante la mirada atónita de católicos y no católicos.
Sí, porque a su ataque a la indisolubilidad del matrimonio proveyendo una legislación aperturista destinada a favorecer a toda costa las nulidades, se ha unido la permisividad a las comuniones sacrílegas, aunque de forma disfrazada, que quedará activada desde el momento en que la pastoral absorba otra de las pretensiones heréticas de Bergoglio: la sinodalidad de las conferencias episcopales para atar y desatar incluso disposiciones inamovibles del Magisterio, según el gusto de cada cual.
Por no hablar de la estulticia del cambio climático, esa ciencia creada por los globalistas de la reducción de la población mundial, que ha sido incluida, al menos verbalmente por Sánchez Sorondo, canciller de la Academia Pontificia de las Ciencias, en el Magsiterio Ordinario de la Iglesia.
Sospechosos son también otros gestos nada doctrinales: el lavatorio de los pies a mujeres en Jueves Santo, la obsesión de Bergoglio por mostrar su humildad a golpe de foto, las entrevistas con transexuales, abortistas, actrices porno, políticos corruptos etc. sin que surja por su parte un intento de sacarles del error; la ausencia de los zapatos rojos, símbolo del martirio (no valen excusas, ¿acaso no puede hacérselos también a medida?), el aplauso y apoyo por parte de los que "son del mundo", comentarios despectivos a las familias numerosas.... Y todo esto bien amalgamado con homilías y discursos brillantes, perfectamente ajustados a la doctrina de siempre. Pero ya se sabe que no se engaña a menos que la mentira se diluya en mil litros de ortodoxia.
Ya Jesús distinguió al Buen Pastor y de los falsos pastores:
"...cuando saca a todas sus ovejas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero a un desconocido no le seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños". (Jn 10)