SALT (Girona), 24 de marzo de 2014 / Cartas al Director / Jesús Martínez Madrid
En el desarrollo de mi labor como educador cada vez me encuentro con más jóvenes adolescentes con los padres separados, este hecho por si solo ya es un grave problema para estos jóvenes. Por ellos considero que es esencial se lucho por conseguir la estabilidad matrimonial. Hace poco leía que el Instituto de Política Familiar (IPF) considera que “no se está preservando ni garantizando el derecho de los padres a la estabilidad conyugal”, algo que “debería ser una tarea fundamental de las administraciones actuar para apoyar a familias en situaciones de conflictividad o crisis”.
Según explican, este es “el principal problema” de las familias españolas, con más de 127.000 rupturas cada año, más de la mitad de las cuales son de unidades familiares con hijos menores o dependientes. “Cada año, unos 100.000 menores y unos 14.000 dependientes ven rota su familia, sin contar los mayores de edad que viven con sus padres, y más de 70.000 madres viven anualmente el drama de perder la familia como núcleo de vida y cuidado de los hijos”, afirman los del IPF y tienen razón, lo puedo decir por la experiencia que he adquirido a los largo de todos estos años.