Madrid (España), 15 de septiembre de 2015 / Cartas al Director / Josefa Romo
Hoy, se habla de deportes, de política y, muchas veces, de religión. Algunos se confiesan agnósticos. Del libro de la Sabiduría es esta frase: "vanos por naturaleza son todos los hombres que han ignorado a Dios; los que, a partir de las cosas visibles, no fueron capaces de conocer a «Aquel que es», y al considerar sus obras, no reconocen al Artífice" (13, 1). Mas, cuando uno no quiere creer, siempre encuentra excusas.
¿ Nos extraña el argumento de los que dicen que no creen porque no han visto a Dios? Yo no veo el aire; pero percibo sus efectos. Unos notan, en su interior, la presencia divina y otros quieren ignorarla, o la buscan fuera, estando dentro, como diría San Agustín. Ver a Dios es la bienaventuranza reservada para los limpios de corazón; o sea, para los sencillos y los castos, para los que son compasivos y están libres de egoísmo. Dios no es materia, y lo captan los que saben elevarse sobre ella. Ni en esta vida ni en la otra, vamos a contemplar a Dios en figura, porque Él es espíritu puro; mas la percepción de su divina esencia, amorosa y sublime, arroba el alma de los bienaventurados. Aquí, en la tierra, Dios enamora el alma de los místicos, separados de Él, sólo por la cortina de un velo. “ Amor, ¡qué corta es la eternidad para amarte!” prorrumpió André Frosard, periodista y escritor, al abrirse sus ojos al misterio tras larga noche de indiferencia y ateismo.