Ingenio, 19 de septiembre de 2011 | Crónica Oficial | Gabinete de Prensa.
El Cronista Oficial de la Villa de Ingenio ha dado a conocer, a través de un artículo de su autoría, la existencia del tubo volcánico de la Cueva de los Clérigos. Los tubos de lava, o tubos volcánicos, son cuevas volcánicas, usualmente con forma de túneles, formados en el interior de coladas lávicas más o menos fluidas mientras dura la actividad volcánica, que abarcan desde unos pocos centímetros hasta varias decenas de metros o kilómetros. El texto íntegro del artículo se reproduce abajo.
Hay muchos aspectos históricos y geográficos de Ingenio transmitidos oralmente de generación en generación que a fuerza de ser tratados y repetidos, unos han quedado formando parte de nuestra historia, otros en el campo de la fantasía y la leyenda y en muchos casos deformados al carecer de rigor documental. Pero hay algunos que siendo importantes y hallándose debidamente contrastados, caen en la desidia y el olvido sin que sepamos muy bien la razón. En el caso que nos ocupa se trata de la “Cueva de los Clérigos”, rodeada de misterio y leyenda, de la que muchos ingenienses han oído hablar alguna vez, pero de la que jamás hemos leído ningún testimonio.
Esta cueva, al igual que un antiquísimo estanque de agua en sus cercanías conocido por “albercón de los Clérigos”, están envueltos en innumerables relatos inconexos sobre extraños personajes ligados a la jerarquía de la Iglesia Católica, si bien podemos suponer que el topónimo pueda tener relación con el clero local (regular o secular), al estar situados en el perímetro de tierras de secano que fueron de la Ermita de Nuestra Señora de Candelaria en el paraje del “Granadillo”, y a la Cofradía de San José y al Convento Dominico de Predicadores de Agüimes en los “Cantos” (Cantos Colorados). Las tierras del clero regular fueron desamortizadas en la tercera década del siglo XIX.
Se localiza esta archifamosa cueva natural en el paraje del “Calvario” junto al primitivo camino que desde el barrio del Sequero llegaba a Espíndola (toponimia perdida), Seto del Grillo (Setogrillo) y Martín Pablo, bordeando la ladera izquierda del “barranquillo del Ingenio”. Este camino se bifurcaba en ese paraje del “camino real” que desde “los Perros” (Llano de los Perros) al final del histórico barrio del Sequero comunicaba con la Cumbre. A pocos metros de donde se emplaza la “Cruz del Calvario” (Calvario Nuevo), histórico lugar donde se llevaba a la Virgen de Candelaria en procesión en las rogativas pidiendo la lluvia o para que cesaran las desgracias naturales.
Pero el motivo por el que traemos a estas páginas su existencia no viene dado por el interés etnográfico que pueda tener, ni por su situación, ni por su nombre; se trata de su configuración geológica, al formar parte de la entrada a un tubo volcánico que puede tener incalculable valor científico en el campo de la espeleología.
Muchos relatos hemos escuchado de personas que se atrevieron a explorar sus entrañas sobre la dirección de sus galerías, algunos se aventuraban afirmando que “no tenían fin”.
Cuando era un niño me producía miedo acercarme al fondo de la cueva y mirar su profundidad, sin osar traspasar más allá de unos metros y salir corriendo. Mi padre me confesó que había penetrado en una ocasión un trecho, guiándose por un “hilo carreto” para no perderse y a la luz a de una vela. Cuando en nuestras caminatas hacia la cumbre pasábamos junto a la enigmática cueva y ante la imposibilidad material de explorarla, inspirado el pensamiento de niño en las novelas de Julio Verne, nuestra imaginación se trasladaba hacia un viaje imaginario al centro de la Tierra o a aquellas fantásticas películas de “tres jornadas” con una ciudad construida en el subsuelo.
Han pasado muchos años y ninguna persona, grupo espeleológico ni entidad científica autorizada, que sepamos, ha explorado sus conductos subterráneos. Cuando he visitado la cueva de “Don Justo” en la isla del Hierro o la de “Los Verdes” en Lanzarote, siempre me acuerdo de “Los Clérigos” allá en el barrio del Sequero donde vivieron mis antepasados. La naturaleza volcánica de nuestras islas no descarta la posibilidad de galerías subterráneas.
Pero la cueva ya no existe, el espíritu de los Clérigos ha quedado aprisionado en su interior; alguien, posiblemente sin ninguna mala intención, ha depositado toneladas de tierra y ha desaparecido, no quedando vestigio alguno de su existencia en el exterior. Sólo unos pocos saben el lugar donde está ubicada.
No aseguramos ni afirmamos nada, pero la sabia voz popular transmitida durante siglos de padres a hijos está ahí. Si debajo “del Ingenio” existiera ese capricho de la naturaleza, no solamente sería un gran hallazgo científico sino un atractivo turístico más de los tantos que ya posee nuestro municipio y con una dimensión diferente.
A las autoridades competentes corresponde la iniciativa para su estudio y a los expertos en espeleología su exploración, catalogación y planimetría. Nosotros nos limitamos a transmitir lo que nos han contado…Quod scripsi, scripsi.
