martes, 6 de marzo de 2012

La Kalabaza de Pippa en el Auditorio Alfredo Kraus

La Kalabaza entra en el puesto 17 de la listas de ventas de España

Las Palmas de GC, 06 de marzo de 2012 / Cultura - Teatro / Gabinete de Prensa

Cuando Pippa con el guapo subido, la sonrisa llena de dientes y el pelo azul-azul tan azul como el mas azul de los de los azules ojos del gato Estanislao llegó a la conclusión de que podía conseguir la suficiente cantidad de pipas como para aguantar todo un año sin depender de la tacaña paga que la abuela Cleta le daba semanalmente, simplemente con enterrar una pipa, buscó LA MACETA, plantó la que mejor aspecto tenía y la regó abundantemente con el contenido de una botella de vidrio de superficie rugosa que tenia pegada una etiqueta con un mono de color amarronado y volvió al estuche de colores, al cuaderno blanco y a la alfombra del salón.

Era verano y gorgojeaban las palomas cuando abrió los ojos y recordó la siembra. Bostezando, con los ojos medio pegados y rascándose el pelo, azul-azul tan azul como el mas azul de los azules ojos del gato Estanislao, caminó hacia el balcón.

Colgando de un ridículo tallo verde que salía de la minúscula maceta aparecía una enooooooorme calabaza que amenazaba con aplastar los coches que ralentizaban, incrédulos, su marcha al observar aquella monstruosidad que bloqueaba completamente la visión del cielo.

Pippa que creía haber escuchado, en alguna peli, las palabras Ovni o Asteroide no tenía muy claro el significado que tenían pero no debiera ser algo demasiado bueno cuando causaban tanto revuelo y respeto.. Así que Con paciencia, imaginación, maña y sobre todo- diligencia para que nadie en la casa se enterase de lo que estaba sucediendo, Pippa logró dejar asegurada aquella anaranjada monstruosidad de tan penetrante como agradable olor en mitad del trastero, apercibiéndose al instante de lo mágico que debiera haber en esta voluptuosa montaña a la que solamente los mas grandes portaaviones podían hacer sombra porque, siendo como era, gigante mas que diez trasatlánticos y dos petroleros juntos, pasaba sin problemas por puertas y huecos de escaleras sin que peso, tamaño ni consistencia supusieran un gran esfuerzo ni para sus ocho años ni para sus débiles brazos y flacuchas piernas.

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