miércoles, 18 de marzo de 2015

María Posadillo recibe el premio del 3º Concurso de Cartas de Amor de Holiday Rural en el Ateneo de Málaga


Málaga (Andalucía). 18 de marzo de 2015 / Cartas de Amor / gabinete de Prensa.

La escritora cordobesa María Posadillo Marín recibió ayer tarde el primer premio del Concurso de Cartas de Amor de Holiday Rural en un acto celebrado en el Ateneo de Málaga. Le hizo entrega del galardón el presidente del grupo de Holiday Rural, Javier Checa, junto a David Gallego, alma marte del concurso y al anterior ganador Antonio García.

El premio consiste en una placa conmemorativa y 500 euros en metálico. Asistieron a la entrega de premios medio centenar de invitados, que aplaudieron la lectura de la carta por parte de la ganadora que relata la relación de un hombre con su mujer, enferma de Alzheimer y a la que solo un viejo relato de amor parece sacar del olvido. El jurado destacó "los valores humanos de la carta presentada, su sensibilidad y emotividad y la perfección formal con la que se ha escrito, con un gran sentido de la narración”. El jurado recalcó también el alto nivel de los textos presentados, con 571 cartas de 16 países, que ha hecho muy difícil la elección del texto ganador.


En la entrega de premios el presidente del grupo Javier Checa destacó el auge que ha adquirido ya este certamen en su tercera edición y animó a la ganadora a dedicarse plenamente al trabajo profesional de escritora, pues ha demostrado su sensibilidad y preparación. María Posadillo agradeció el galardón y las muestras de cariño a la vez que manifestó su intención de seguir dedicándose a escribir "pues es lo que más me gusta y que he ido descubriendo conforme me he presentado a diversos concursos. Este premio me anima a seguir trabajando y escribiendo", concluyo María Posadillo.


Texto ganador - María Posadillo Marín

Mi adorada Manuela:

Hoy te descubrí frente al espejo, contemplando una imagen que no reconocías, y de nuevo se me partió el corazón al ver tus lágrimas silenciosas. Ha sido mi mano la que ha acudido presurosa para conducirte al rincón más especial de nuestra casa, junto a la vieja librería, y, como cada noche, tus delicadas manos de pergamino han elegido el libro rojo de la repisa. No hay ninguno que se le parezca; su intenso color destaca sobre el ocre apagado que domina el enorme muro de papel. Lo has abierto despacio, dejando que las hojas se deslizaran entre tus dedos, y te has detenido ante una palabra subrayada: "siempre".

Esa señal parece despertar un recuerdo lejano en tu memoria, porque veo cómo se cimbrea tu figura de pies a cabeza. Cada día estoy más seguro de que esas letras, que segundos antes eran un confuso ejército de signos, se elevan de improviso en el papel y forman una estrecha escalera de caracol para hacer que tu espíritu ascienda. Intuyo en el brillo de tus pupilas los sueños olvidados que vuelven castaños tus cabellos grises, y tus mejillas, gastadas de sonrisas, se transforman en una cara radiante y vivaz. Conoces esa historia; yo la escribí para ti. Narra atardeceres de otoño acompañados de nuestros besos, y mañanas abrigadas al calor de las caricias.

Lástima que, desoyendo mis deseos, bajaste los párpados y borraste las nostalgias. Pude presentir cómo las emociones caían con suavidad a tus pies, volviendo a ser frases sin sentido y silenciosas. Yo siempre espero tu vuelta, sin moverme de tu lado, intentando ocultar el destello de dolor que asoma en mis ojos. Me miras con reparo, preguntándote quién es el extraño que coloca el libro en su lugar y te besa la mejilla. "Siempre" te murmuré en voz baja. Pero tú ya no me escuchabas. Sentados en el sofá, he deshecho las horas leyendo para ti, despertando los recuerdos compartidos y describiendo con mi pluma hasta el más leve detalle.

Te cuento, como si fuera la primera vez, el momento en que me prendé de tu sonrisa al robarte aquel beso, en una fría tarde de enero. Y a veces, Manuela, cuando el corazón empieza a añorar el amor perdido, se me quiebra la voz y sujeto a duras penas el desaliento. Pero hoy sucedió algo que merece ser escrito en nuestro libro. Cuando una lágrima furtiva cruzó mi rostro, tú detuviste la caída con una caricia. Me miraste confusa y me preguntaste: '¿Por qué lloras, cariño?' Y ha sido en ese breve instante en que el destino nos regala un poco de presente, cuando nuestras almas se ha reencontrado, mi vida. Quería que supieras que me has hecho el hombre más feliz del mundo.

Con todo mi amor, Antonio.

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