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domingo, 10 de agosto de 2014

“ERE QUE ERE”

Málaga (Andalucía), 10 de agosto de 2014 / Cartas al Director / Pepita Taboada Jaén

Sr. Director:

Como decían los filósofos griegos, la historia se compone de sucesos cíclicos. Es lo que, actualmente, también expresamos con la frase “la historia se repite”. Y es verdad. Puede cambiar algún matiz, alguna pincelada de color más o menos intenso, pero en el fondo, como los protagonistas somos hombres, las bondades o las maldades son del mismo cuño. Recordemos a los líderes de persecuciones y sus seguidores, que destruyeron tantas vidas inocentes como Stalin, Hitler y tantos otros, en el marco de las guerras mundiales y también por el ansia de poder de sus dirigentes, que les llevaron a cometer injusticias espeluznantes.

En la actualidad y debido, entre otras consideraciones, a la parte irreflexiva de la condición humana, no se ha aprendido de los horrores del pasado y se continúa destruyendo a personas inocentes, simplemente por no estar de acuerdo con sus ideas religiosas o políticas. La reflexión no fue ni antes ni ahora un valor a considerar.

Se me ocurre hacer una consideración sobre lo que actualmente está ocurriendo en nuestro país, en el que aparecen muchas personas, procedentes del mundo político y sindical de nuestros días, inmersas en diversas formas de acusaciones de corrupción. Centrándome en lo que se denomina los ERE de Andalucía, eso también es una guerra, una guerra de ambición, robando al más necesitado, disfrutando de unos bienes que no son suyos propios en detrimento de los más pobres, burlándose de todos al gritar “¡justicia!” a los poderes del Estado y engañando, a la vez, a los destinatarios de esas ayudas, con sus bolsillos repletos de euros.

¿El principal fallo? La mentira de los que dicen defender la justicia. No destaca el afán por corregir la desigualdad social, sino la corrupción de los individuos que aparecen como defensores de los más necesitados.
Y parece que se continúan dando a estos “salvadores” las mismas ayudas para paliar situaciones difíciles y que sigan “erre que erre” inflando sus bolsillos. ¿Se entiende?

En cierta ocasión fui testigo de una conversación de un alto cargo de Sanidad que comentaba entre unas pocas personas, “que a la vista de los fraudes o robos que se estaban cometiendo en algunos hospitales: desaparecían sábanas, instrumentales médicos, prótesis… se iba ya a solucionar, con un cambio de estructura…” Uno de los presentes preguntó: “Y las personas que dirijan esta nueva estructura ¿serán las mismas de ahora?” “Si” respondió. “Pues permítame que le diga que todo seguirá igual. No son las estructuras las indeseables, sino las personas”.

La actuación de la jueza Alaya me merece todo el aplauso al investigar hasta el fin estos casos de corrupción. Si la Justicia finalista, representada en un Alto Tribunal, no se deja dominar por el poder archivando casos de personas, digamos, llamativas, nos causará una gran satisfacción y aplaudiremos lo que siempre hemos considerado justicia: la verdad.