lunes, 16 de agosto de 2010

UN GOBIERNO ESTABLE

Las Palmas de GC, 16 de agosto de 2010 | Politica | José Manuel Soria.

Desde que se inició nuestra andadura autonómica, en Canarias se ha practicado sistemáticamente un "deporte", aunque no autóctono sí genuino, con rasgos propios, conocido como el de la inestabilidad política.

Los sucesivos gobiernos desde la aprobación del Estatuto de Autonomía han sido, sin distinción, objeto de permanente inestabilidad, de manera que ningún ejecutivo ha conseguido terminar la legislatura con la misma composición que la inició.

Ninguno, con la excepción del gobierno actual y aunque faltan unos meses para terminar la legislatura, mi opinión, no sólo mi apuesta y mi deseo y el de mi partido , es que esa estabilidad continúe. Por muchos motivos pero fundamentalmente porque la estabilidad de las instituciones en política es un valor en mismo. Para mi partido, la estabilidad y la lealtad, en política, como en la vida misma, son valores superiores.

Además si repasamos nuestra reciente historia política, en Canarias hay multitud de ejemplos que acreditan que, ceteris paribus, la inestabilidad institucional, y por tanto los cambios que suponen, coinciden con las etapas más sombrías de las sociedades u organizaciones que las sufren.

Un ejemplo de libro, que por razones obvias conozco muy bien, es el que se dio en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria en el periodo 1977-1995. Dieciocho años durante los cuales la ciudad retrocedió hasta niveles sólo comparables con la desidia, inoperancia, ineficacia, desaliento, desmoralización e incertidumbre que están singularizando el actual mandato socialista con mucho compromiso de boquilla pero con un evidente retroceso de la Ciudad.

Aquellos dieciocho años vieron hasta once cambios diferentes de alcaldías. Fueron años de retroceso de la Ciudad, entre otras cosas porque por más buena voluntad que tuvieran cada uno de mis predecesores en la alcaldía, que me consta la tuvieron en todos los casos, ¿cómo puede gobernarse una ciudad en medio de continuos cambios en el seno de su gobierno?

Aquellas inestabilidades configuraron un ayuntamiento caótico y una ciudad con la autoestima por los suelos. Era una ciudad deprimida, triste y avergonzada de si misma. Fueron tiempos duros. Los viejos del lugar -incluso los progres nostálgicos-saben bien de lo que hablo.

Es un caso de inestabilidad que se vuelve a repetir en el presente mandato municipal en Las Palmas de Gran Canaria donde un político de trayectoria densa asume la alcaldía pero que en tres años ha tenido que firmar más cambios en su equipo de los que probablemente pueda el mismo recordar (el último hace sólo unos días a cuenta de la escapada de quienes -aun cabiendo en un taxi- ante el irreversible hundimiento del barco, se han apresurado a saltar por la borda, a pesar de ser corresponsables directos del desaguisado que dejan en la ciudad).

En la historia de la autonomía de Canarias las inestabilidades en los gobiernos trajeron siempre resultados adversos. De ahí el enorme valor que hay que otorgar a la estabilidad actual que es buena para el interés general, máxime en tiempos de crisis. Pero el interés general no tiene por qué coincidir con el particular de una persona, una familia o una empresa. De hecho es evidente que hay empresas en el archipiélago cuyo interés particular -legítimo además- es justamente el contrario al general, es decir, apuestan por una ruptura del pacto con el convencimiento de que un gobierno en minoría se plegaría más a sus intereses que otro de mayoría estable. Incluso es legítimo que esa ruptura y la consiguiente inestabilidad sea reclamada desde tribunas públicas o por parte de de quienes así consideran defender su interés particular. Pero la legitimidad del planteamiento no quita la impotencia pública a la que su patrocinador se ve abocado, máxime si de lo que se presume es de influencia política en la región: dime de lo que presumes y te diré lo que no eres.

Por todo ello creo que debe ponerse en valor la estabilidad política de la presente legislatura. Y quiero decir que el mérito de esa estabilidad no es sólo del PP. Decir eso o insinuarlo, nos descalificaría. Yo no lo haré. La estabilidad ha sido positiva entre otras cosas porque en tiempos de crisis hay que tomar decisiones que son duras aunque necesarias y no hay que tomar otras que, en cambio, son facilonas pero contraproducentes. Gobernar siempre es priorizar, pero gobernar en tiempos de crisis es sobre todo priorizar y explicar. La pedagogía como elemento diferenciador de la acción del gobierno. No podemos decir que sí a todo. Eso equivale a considerar menores de edad a los ciudadanos. Los ciudadanos saben perfectamente lo que ocurre y lo que hay. Es más, si se participa activa y directamente en cualquiera de las redes sociales se podrá comprobar que la gente no cree ni en los pajaritos preñados ni en los peces de colores. De ahí que jugar con la estabilidad, hoy, sea aparte de irresponsable, contraproducente en términos políticos.

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