Telde, 08 de febrero de 2012 / Artículo de opinión / José Manuel Espiño Meilán (*)
El periplo comenzó en la desembocadura del barranco de Jinámar, limite municipal de Telde, municipio donde tiene su sede el colectivo ecologista TURCÓN, para culminar en el mismo lugar, tras cubrir dieciséis etapas de senderismo crítico y reflexivo, la circunvalación completa a la isla. El inicio de las dos primeras rutas, litoral de Telde, Ingenio y Agüimes, ha sido muy popular, alcanzando la participación, cifras por encima de las cincuenta personas por ruta.
El recorrido de las etapas estará ligado, siempre que sea posible, a circunscripciones municipales, lo que nos ayudará a valorar el grado de interés, respeto, protección, recuperación o abandono que cada corporación local tiene con respecto a su litoral. También nos permitirá analizar las actuaciones que se han llevado a cabo, en algunos casos se trata de buenos ejemplos a seguir y en otros constataremos como el tratamiento de su costa no constituye un elemento destacado de la gestión municipal.
Sorprende a propios y a extraños que una isla como Gran Canaria que dispone de una climatología excepcional a lo largo de todo el año y con desniveles suaves en su franja costera no disponga de una red de senderos costeros que permita a los individuos la comunicación pausada, la observación y el disfrute del paisaje, el desarrollo de actividades turísticas respetuosas con el medio, el cicloturismo, el disfrute de un ocio no agresivo y la potenciación y desarrollo de actividades básicas en la mejora de la salud física y mental del ser humano.
Tratamos además de cuestionar el vehículo motorizado como única y exclusiva forma de entender la movilidad sobre el territorio insular, haciendo hincapié en cómo en esta sociedad que se predica demócrata y tolerante, se ignora al individuo que plantea propuestas diferentes a las consideradas por los grupos de presión políticos y empresariales ya que éstas parten siempre de garantizar un fondo de rentabilidad financiera y que supongan una mayor dependencia de la población y nunca de premisas ecológicas y de sostenibilidad.
Hace treinta años el colectivo TURCÓN planteó una red de senderos peatonales que permitieran unir los municipios colindantes, al menos en aquella franja de la isla donde la ocupación del suelo por el ser humano a través de asentamientos urbanos es notable. El objetivo era favorecer otra movilidad diferente, la de aquellas personas que con un ritmo de vida más sosegado, que desean disfrutar cada segundo de su existencia no detrás del volante de un vehículo sino respirando aire limpio, observando aves o escuchando sus pensamientos, pudieran desplazarse hasta su trabajo, la playa cercana, su centro deportivo, la tienda o la casa de un familiar o amigo, sin necesidad de coger un coche sino a pie, tranquilo, dando un paseo de media hora, una hora o más y mejorar así su tono muscular y su calidad de vida, al tiempo que ayudaba a descongestionar el eterno problema de contaminación que todos padecemos y al cual todos ayudamos a crecer día tras día con nuestro estresante estilo de vida.
Se trataba de una propuesta que pretendía la realización de un sendero que desde Las Palmas de Gran Canaria nos permitiera llegar hasta el sur y, de un modo similar, desde el núcleo capitalino el acceso al pueblo costero de Agaete. Recuerdo que en aquellos años ochenta una red de pistas y sendas ya permitía que tal proyecto pudiera ser factible pues un antiguo camino: el camino del Conde conservaba su trazado por el municipio de Telde y se intuía su discurrir por otros municipios costeros, mientras por el norte, una senda próxima al mar permitía el acceso a las fincas de plataneras y tomateros, discurriendo al borde del cantil. Era cuestión de interés y voluntad política. Pues bien, nunca la hubo. Las ocasiones para llevar a cabo tan ecológico como necesario servicio de comunicación a pie existieron pero una y otra vez los oídos sordos de tanto político ciego a los intereses de su tierra y al respeto debido a ella, arruinaron la ilusión, frustrando la esperanza.
A lo largo de estas tres décadas, se realizaron varias ampliaciones de las carreteras convirtiéndolas en autovías tanto en el norte como en el este y sur de la isla pero ni arcén dejaron, siquiera, como para garantizar la seguridad de los viandantes.
En este treinta aniversario del colectivo, tratamos de retomar esta reivindicación, pues si muchos grancanarios no se desplazan a pie o en bicicleta es porque el hacerlo actualmente con la densidad de tráfico de nuestras carreteras, lo convierte en una práctica temeraria que entraña un alto riesgo de accidentalidad y peligros. Y son todos ellos, ciudadanos y ciudadanas que con su voto contribuyen desafortunadamente, pues no se les escucha, a una mayor contaminación, a un parque automovilístico en aumento y al asfaltado de nuevos espacios públicos que cumplirían mejor su función de espacio natural en forma de parques, plazas o áreas repobladas.
Es este un grito unánime, el de un puñado de incondicionales luchadores por una isla diferente, con más armonía, mayor equilibrio y mejor calidad de vida. No al asfalto como única forma de ocupación del suelo en cuanto a movilidad. Ni un metro cuadrado más para una máquina que provoca accidentes día a día, mes a mes, año tras año. Contamina la atmósfera, el suelo y el agua, merma los escasos recursos disponibles en nuestro planeta y, tras su dependencia energética, nos empobrece a todos, mermando nuestro libre albedrío y alienándonos como individuos.
Debemos creer en la utopía, pues no es tal utopía sino la sana realidad que nos esconden. Muchos hemos recorrido nuestras islas a pie, recorriendo su litoral sin apenas pisar el asfalto. Reivindicaré siempre, ese ritmo pausado que da el caminar inmerso en sensaciones visuales, olfativas, auditivas, gustativas y táctiles. Desde el coche no puedo oler la salvia ni tocar el agua, escuchar al cernícalo o saborear la suave acidez de la trebolina o de la vinagrera. Desde el coche no veo los colores de la magarza y la siempreviva, ni el cielo ni el mar ni me puedo extasiar contemplando las estrellas y sonreír. Por ello te animo a caminar, conocer nuestras costas y nuestras montañas, a pie, como se viene haciendo de un modo natural, desde los orígenes de la humanidad.
Al golpito se disfruta más.
*José Manuel Espiño Meilán, profesor del área de ciencias naturales en el I.E.S. El Calero- Telde, presidente fundador y honorífico del Colectivo Turcón-Ecologistas en Acción.
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