Las Palmas de GC (Canarias), 19 de abril de 2013 / Artículo de Opinión / José María Barrientos
Sin duda el crecimiento sostenible es algo fundamental para afrontar nuestro futuro como destino turístico de masas, pero dicho esto, creemos que ha llegado el momento de analizar hasta donde se puede llegar en el frenazo a la única industria que, como todos sabemos, es la que más y mejor puede crecer en el futuro.
Canarias atraviesa uno de los peores momentos económicos y sociales que se recuerden en nuestra historia reciente, con más de 300.000 parados y una economía avocada a los recortes y a los, ajustes que puede ser que acabe asfixiando cualquier atisbo de posible recuperación, por lo menos en el corto y medio plazo.
Ante estas circunstancias, con nuestras dos locomotoras productivas, la construcción y el turismo, la una parada totalmente y la otra a medio gas, ¿Qué debemos hacer?, ¿Cómo vamos a dar salida a tanto joven preparado y con ganas y necesidad de trabajar?, ¿vamos a seguir igual, esperando a que esto escampe o a lo mejor nos toque una primitiva?
Hay un mercado de millones de personas dispuestas a venir a canarias si hacemos las cosas bien. Los datos de los organismos oficiales son contundentes, los países emergentes y los 700 millones de habitantes de Europa, nos han elegido como Gran Destino Vacacional, ahora depende de lo que nosotros queramos y sepamos hacer.
Desde luego con leyes restrictivas que solo autorizan crecimiento de cinco estrellas, con marañas legales como la nuestra en el ámbito de las leyes urbanísticas y turísticas y con casos flagrantes de inseguridad jurídica como el del Hotel Oasis Maspalomas, no vamos a llegar a ningún sitio. Nuestros jóvenes tendrán que seguir emigrando y nuestros emprendedores y empresarios consolidados, tendrán que buscarse su futuro en otras latitudes.
Ha llegado el momento de afrontar con realismo y crudeza que es lo que queremos para nuestra principal industria, que no es otra cosa que decir que queremos para Canarias. Hasta donde nos podemos permitir permanecer impasibles ante una situación como esta en la que nuestros niños tienen que ser alimentados por los poderes públicos y las ONG porque sus familias no pueden afrontar ese gasto. ¿Es esto lo que queremos?
Sinceramente, creo que ha llegado el momento de que abramos el debate social en el más amplio sentido de la palabra para, de una vez por todas, dar respuesta a los urgentes y tremendos retos que tiene nuestra tierra y que desde luego, no pasa por las grandes restricciones al crecimiento, ni por supuesto tampoco por el crecimiento desmedido, especulador y sin límite, por eso, seguro, tampoco pasa.
Alguien, con la necesaria autoridad, tiene que tomarse este tema en serio y ponerlo sobre la mesa, debatirlo, consensuarlo y sobre todo actuar.
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