Brasil, 29 de septiembre de 2010 | Internacional | Ernesto Tamara
Este domingo más de 135 millones de brasileños mayores de 16 años, concurrirán a las urnas para elegir al próximo presidente, 54 senadores, 513 diputados y los gobernadores de las 27 regiones del país. Según pronostican la mayoría de las encuestas, la candidata oficialista, Dilma Rousseff (62 años), del Partido de los Trabajadores (PT), ganaría en la primera vuelta al superar el 50 por ciento.
En octubre de 2003 el actual presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, de origen obrero y líder del Partido de los Trabajadores, ganó las elecciones con más de 50 millones de votos. Se convirtió así en el candidato más votado en su país en toda la historia. A su vez, el triunfo marcó un hito histórico pues fue la primera vez que la izquierda llegó al más alto cargo del poder ejecutivo en ese país. Volvió a ganar las elecciones en 2007 y ahora aspira a traspasar la cinta presidencial a la primera mujer que llegue a la presidencia del país más poblado de Suramérica.
Rousseff, más conocida por “Dilma”, trepó en los últimos seis meses de un escaso 27 por ciento de adhesión con los que inició la campaña, a un 52 por ciento una semana antes de los comicios, para superar al principal candidato de la oposición, José Serra del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). En este impulso de la carrera presidencial de Rousseff está el abierto apoyo del presidente Lula Da Silva, que tras ocho años de gobierno dejará el palacio de Planalto con un 80 por ciento de respaldo popular.
El involucramiento del presidente en la campaña logró afirmar la idea de continuidad del gobierno con la candidatura de Rousseff y permitió vencer una fuerte campaña en su contra desde los medios de comunicación. En un reciente acto electoral, el presidente Lula afirmó al respecto: "No sólo vamos a derrotar a los adversarios en las elecciones, sino también a algunos diarios y revistas que se comportan como si fueran un partido político con candidato que no tienen el coraje de decir que tienen candidato", subrayó Lula.
Ventaja en las encuestas
Una encuesta del Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística (IBOPE), encomendada por la TV Globo y el periódico O Estado de S.Paulo, dada a conocer la semana pasada tras las denuncias de tráfico de influencias de una colaborada de la candidata del PT, refleja que Dilma tiene 50 por ciento de la intención de voto, mientras José Serra, aspirante por el opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), cuenta con 28 por ciento. En tercer puesto aparece la candidata por el Partido Verde (PV), Marina Silva, con 12 por ciento.
Otras encuestas le otorgan hasta un 52 por ciento de las intenciones de voto, y la batería de denuncias contra su candidatura apenas la ha afectado en las encuestas.
Según la misma encuesta, tomando en cuenta sólo los votos válidos -descontando los votos nulos y en blanco-, Dilma tiene un 55 por ciento de la intención de los sufragios, suficientes para ganar los comicios generales en la primera vuelta, es decir, este domingo 3 de octubre.
Finalmente, en un hipotético caso de una segunda vuelta, la candidata petista vencería con el 54 por ciento de los votos, frente a un 32 por ciento de Serra.
Blanco de los medios
La ex ministra de la Casa Civil, Dilma Rousseff, comenzó a ser blanco de los ataques de los grandes medios de comunicación, ya a fines del pasado año cuando el presidente Lula Da Silva la propuso como candidata del PT para la presidencia. Tras su proclamación en febrero de este año, los ataques se incentivaron. Primero cuestionaron su capacidad de gobernar al hacer sido afectada por una enfermedad que ya superó, y presentándola como “una radical de izquierda” por su participación en la guerrilla de los años 70.
Las acusaciones no lograron impedir su ascenso en las encuestas, por lo que la oposición siguió insistiendo en las denuncias.
En las últimas semanas, con la ayuda de la prensa de derecha y ultraderecha, el candidato opositor José Serra acusó a allegados del PT de presuntas violaciones del sigilo fiscal de sus parientes, su hija y su yerno, así como de otros altos militantes del PSDB. Más tarde la revista “Veja” añadió la acusación contra la ministra jefa de la Casa Civil, Erenice Guerra, por un supuesto caso de soborno y favorecimiento en contratos gubernamentales en el que estaría involucrado un pariente.
El hecho fue negado de inmediato por los acusados, y Dilma afirmó que la mención de su nombre en ese suceso es una tentativa más de derrumbar su candidatura a la presidencia. Guerra renunció a su cargo para facilitar la investigación y no perjudicar la campaña de Dilma.
Dilma sostuvo que no existe ningún vínculo entre el personal de su campaña y la Casa Civil, de la que era ministra Erenice Guerra. “Todas las denuncias deben ser investigadas y los culpables deberán ser castigados”, afirmó. “No puedo ser responsabilizada por lo que hace el hijo o el pariente de alguien”, afirmó Rousseff en entrevista con la televisora Globonews.
Por su parte Lula aseveró que "intentar atacar con mentiras y calumnias una mujer de la calidad de Dilma Rousseff es practicar un crimen contra Brasil, especialmente contra la mujer brasileña".
A su vez, Serra, que fue gobernador del estado de San Pablo y ex ministro durante el gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso, intentó también echar sombra sobre la capacidad de Dilma de gobernar y la acusó de ser una advenediza en la política y de manejarse con secretos. "Soy muy conocido por mi trayectoria pública, algo que no ocurre con Dilma, quien es evasiva y escapa a los debates", sostuvó Serra, quien afirmó que su adversaria es un mero producto electoral inventado por Lula. Dilma por su parte reivindica su papel como ministra de la Casa Civil y su responsabilidad en la creación del “Programa de Aceleración del Crecimiento”, con cerca de 200.000 millones de dólares en obras públicas. "Sacamos a 28 millones de personas de la miseria", argumentó Dilma.
Sin secretos
Ya en su primer discurso como precandidata, al ser proclamada por el PT en febrero pasado, Dilma apuntó que en caso de ganar la primera magistratura su programa estará basado en darle continuidad al implementado por Lula en sus ocho años de gobierno y avanzar un poco más.
«Vamos a profundizar la visión social de Lula. Queremos un Brasil para todos», proclamó. Insistió en que el tren de Brasil, que para ella «ya es un tren de alta velocidad», no será empujado por una sola locomotora, sino por 27, en referencia a los 27 Estados del país, desde los más ricos a los más pobres.
Sobre las líneas programaticas de su futuro gobierno, mencionó, entre otros, mejoras en el actual sistema de salud, de la atención a los menores de cinco años, de la educación, de las mujeres, en el plano nacional y en el internacional proseguir la tarea de lograr la integración de América Latina y el Caribe, de la aproximación con África y elevar aún más el prestigio alcanzado por Brasil en estos últimos años.
Además prometió «garantizar la estabilidad económica», pero también defendió el rol del Estado en la economía. Sobre todo, rescató la «mirada social de Lula» y defendió la ampliación de programas para combatir la miseria, subvencionar viviendas y mejorar la sanidad y la educación. Entre las propuestas, la candidata del PT puso un énfasis especial en la «era del conocimiento», con la mejora de la educación, de la ciencia y de la tecnología. Para que Brasil pueda llegar a ser la quinta potencia mundial, insistió, es necesario que los 190 millones de brasileños sean protagonistas de la historia y de las decisiones.
En su labor como ministra apuntó a metas concretas con la intervención del Estado, por ejemplo, para universalizar el acceso a los servicios básicos (el 27% de la población carece de ellos); mejorar la seguridad pública; aumentar los servicios de la sanidad para todos y dar casa propia a los ocho millones que aún carecen de ella y viven hacinados en las favelas. En este punto, destacó «¿Cómo va a resolver, por ejemplo, el mercado la falta de millones de viviendas de trabajadores que no pueden comprarse una casa con su salario?», y apunta a que en ese terreno es imperativa la acción del Estado, no sólo incentivando, sino construyendo, como un empresario más.
MST contra Serra
El Movimiento Sin Tierra (MST) ha criticado la política del gobierno del presidente Lula, tanto en lo que se refiere al incumplimiento de la reforma agraria, como a su política de impulso al agronegocio. Sin embargo, esas críticas no han llevado al MST a una posición de rechazo absoluto del gobierno del PT.
El dirigente nacional del MST y de Vía Campesina, João Pedro Stedile, reivindicó la independencia de los movimientos sociales de los partidos políticos, pero al mismo tiempo destacó que las fuerzas progresistas deben trabajar tanto dentro del movimiento social como en los partidos políticos y la lucha institucional. “El MST comprende que debemos aglutinar, combinar, estimular esas dos formas de lucha de manera permanente. De esa manera podemos acumular fuerzas, organizadas de masa, de forma orgánica que construya un proyecto político de clase al mismo tiempo que crea condiciones para la ofensiva del movimiento social, pues este es un período histórico para tomar la iniciativa política, y pautar los temas para todo el pueblo. Po eso, está claro que todo militante del MST, como ciudadano consciente, debe trabajar y ayudar a elegir los candidatos más progresistas en todos los niveles. Eso es una obligación del compromiso de clase”, explicó en una entrevista reciente.
Definiendo la elección entre los candidatos presidenciales, Stedile no se manifestó a favor de ningún candidato en concretó, pero si definió que la candidatura de José Serra representa los intereses de la burguesía y el retorno al neoliberalismo.
En el mismo sentido se pronunció Gilmar Mauro, integrante de la coordinación nacional del MST y de la dirección en Sao Paulo, donde Serra fue gobernador. Según Mauro, el ex gobernador fue un enemigo del MST y siempre buscó criminalizar las movilizaciones. Explicó que durante su mandato como gobernador, Serra dio marcha atrás en el proceso de entrega de tierras en arriendo del Instituto de Tierras en comparación con las realizadas por el anterior gobernador, Mario Covas.
Al considerar una eventual presidencia de Serra, el dirigente del MST dijo que sería el gobierno del gran capital. “Aunque no existan grandes diferencias con el gobierno actual, sería un gobierno antidemocrático que buscaría la criminalización de los movimientos sociales como hizo cuando era gobernador. Entonces habría un vertiginoso proceso de criminalización de la pobreza”, aseguró.
Legado de Lula
Aunque Lula haya decepcionado a parte de la izquierda brasileña tiene para presentar a su favor, un notable descenso de los índices de pobreza y miseria, crecimiento económico sostenido (el PBI es hoy dos veces y media mayor que en 2003), y mayor peso en las relaciones internacionales.
Los descensos de la pobreza y miseria no han sido acompañados de una reducción de la brecha social, ya que al mismo tiempo creció la clase media y los más ricos se hicieron más ricos.
Su gobierno puede jactarse de haber reducido la pobreza del 35 por ciento al 22 por ciento de la población. Además. según el Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), desde que Lula asumió el gobierno en 2003 el índice de pobreza absoluta tuvo una caída promedio anual de 3,1% y la miseria un promedio anual de reducción del 2,1%.
Más de 12 millones de familias en estado de pobreza complementan sus ingresos con un subsidio otorgado a través de un programa de transferencias monetarias condicionadas llamado “Bolsa Familia”. En la misma línea, los ingresos reales de los pensionistas han aumentado, en promedio, más de un 30 por ciento en los ocho últimos años, lo que refleja un incremento importante del salario mínimo.
A su vez, el estudio de IPEA demostró que el número de indigentes en las seis mayores regiones metropolitanas de Brasil (San Pablo, Río de Janeiro, Salvador, Belo Horizonte, Porto Alegre y Recife) bajó de 5,6 millones de personas en 2002 a 3 millones.
Por otra parte, las políticas de apoyo a la agricultura familiar, el aumento de más del 40 por ciento del salario real, y el constante crecimiento económico han fortalecido a las clases medias.
Según un estudio de la Fundación Getulio Vargas, la clase media que en 2003, cuando asumió Lula abarcaba a 64,1 millones de personas, el 37,56 por ciento de la población total, concentraba el 37 por ciento de la renta nacional, y pasó el pasado año a abarcar a 91 millones de personas, casi la mitad de la población, y acaparar el 46 por ciento de la renta nacional. En las políticas sociales del presidente Lula destacan los programas como la Bolsa Família, que atiende 11 millones de hogares, y los incentivos a la agricultura familiar.
Breve biografía de Dilma
Dilma Vana Rousseff (Belo Horizonte, 14 de diciembre de 1947) es una economista y política brasileña. Es miembro del Partido de los Trabajadores, (PT) y en el 2005 fue nombrada Ministra de la Casa Civil de Brasil por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, convirtiéndose en la primera mujer en asumir el cargo. Integró el movimiento de resistencia contra la Dictadura Brasileña de los años '60, actuando primero en la organización de izquierda Política Operária y posteriormente en uno de los más importantes grupos guerrilleros de la época, “Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares”. Fue detenida en 1970, siendo condenada por un tribunal militar sin ningún tipo de garantías legales, estuvo presa durante 3 años de 1970 a 1973, durante los que fue torturada.
En 1977, se graduó en la Escuela de Ciencias Económicas de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul. Mientras tanto, participaba en la reestructuración del Partido Trabajador Brasileño, que luego pasaría a llamarse Partido Democrático Laborista.
Durante el gobierno de Alceu Collares en Rio Grande do Sul, entre 1991 y 1995, fue nombrada Secretaria de Energía. En 1998, Olivio Dutra, miembro del Partido de los Trabajadores, ganó las elecciones estatales con el apoyo de Partido Democrático Trabajador y Rousseff regreso a su puesto. En 1999, la coalición se rompió y el Partido Democrático Laborista pidió a sus miembros que dejaran sus cargos; frente a esto, Rousseff dejó el partido y se integró al Partido de los Trabajadores, continuando en el gobierno. En enero del 2003, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva nombró a Rousseff Ministra de Energía, cargo de gran importancia que ocupó durante dos años hasta el 21 de junio del 2005, día en que fue nombrada Ministra de la Casa Civil (un cargo equivalente a Jefa de Gabinete), después de que su antecesor José Dirceu renunciara ante los medios de comunicación por acusaciones de corrupción.
También ocupó el cargo de presidenta del consejo de directores de la empresa estatal petrolera brasileña Petrobras. Como ministra de la Casa Civil fue responsable de los últimos planes de desarrollo impulsado por el gobierno, otorgando mayor participación al Estado en los emprendimientos económicos. Se reivindica como responsable del Programa de Aceleración del Crecimiento, con cerca de 200.000 millones de dólares en obras públicas, y del plan "Mi casa, mi vida" con el que plantea construir 2 millones de viviendas populares.