Barcelona, 17 de marzo de 2010 | Cartas al Director | Ana Coronado.
Se llama sexualización a la imposición de la sexualidad adulta a niños y jóvenes antes de que sean capaces de afrontarla, mental, emocional y físicamente, con consecuencias personales y sociales trágicas. Desde la infancia se trabaja en ello: las muñecas Bratz o el logo de Playboy, son dos ejemplos de como se introduce en el juego o en el material escolar. En las redes sociales se intercambia pornografía infantil voluntaria: imágenes sexuales colgadas por chicas para ser enviadas y vistas por sus contactos, promocionan la pederastia. La causa reside en un tipo de moda y de modo de vida “libre” y sin responsabilidad que adopta la provocación como lema, implantados desde los medios de comunicación.
El informe contratado por el Ministerio del Interior del Reino Unido (Sexualization of Young People: Review), concluye: "Las mujeres son veneradas y recompensadas por sus atributos físicos, y ellas/os se ven presionados a imitar estereotipos de género desde pequeños si quieren gozar de popularidad entre el sexo opuesto". Consecuencias graves, desde la anorexia, el recurso a la cirugía, la depresión o la baja autoestima están a la orden del día. Además cuando se propone a la mujer como objeto sexual se acepta mejor la violencia contra ella y se multiplica el maltrato. Una reciente encuesta mostraba que para muchos jóvenes, la violencia dentro de las relaciones afectivas es habitual. Entre los 13 y 17 años, una de cada tres adolescentes había sido sometida a actos sexuales no consentidos, y una de cada cuatro había sufrido violencia física. La promiscuidad, el uso de la píldora postcoital o el aborto, son formas perversas de destruir a la mujer, incapaz de defenderse de sus secuelas porque hoy forman parte de la conquista de sus derechos.
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