Peñón Bermejo (Güi-Güí) .
Las Palmas de GC, 18 de agosto de 2010 | Opinión | Por el Padre Baez (*)
Hace cuatro años, me prohibieron acampar en Peñón Bermejo (Güi-Güí), donde lo habíamos hecho durante treinta y seis años seguidos, con un grupo oscilante entre cincuenta y cien jóvenes, procedentes de ambientes y familias desestructuradas y de bajo nivel social y cultural, con los que se hacía una labor social, cultural, medioambiental, etc. importante; con el divertimento propio de todo Campamento, y que duraba todo el mes de agosto. Entonces me dijeron no se qué de unos insectos protegidos en el lugar, y bla, bla, bla, y que nos e podía hacer más Campamentos.
Se acabó así, de un plumazo, con una actividad formativa, como pocas, y que en su día reconocido por el entonces Presidente del Gobierno (Don Lorenzo Olarte), entregó dos millones de pesetas, para ayudar a una labor que el mismo reconocía de una gran importancia.
Por más que insistí, no se me permitió hacer el campamento, con lo que el barco de la Armada tomó otro rumbo; el camión de comida no se consumió, y las ilusiones de un gran grupo de jóvenes se esfumaron, a pesar de tener los permisos del Ayuntamiento, Costa, los padres, etc., y el aval de 36 años de experiencia y un buen grupo de colaboradores. Todo se fue a la borda, por unos insectos a los que había que salvar.
Es el caso, que la nostalgia, me hizo ir este 15 de Agosto, a visitar el lugar, y sobre todo para ver cómo estaba el palmeral (50 palmeras canarias obtenidas en la Granja del Cabildo en Bañaderos), y que plantaron los acampados, y durante los últimos veinte (20), años, veníamos cuidando: arreglando las pocetas que el invierno rompía; proporcionándoles estiércol de palomas que recogíamos por la zona; regándolas permanentemente durante todo el mes, día y noche a fin de contrarrestar el mes más caluroso; podándolas; encargando a cada acampado el cuidado de “su” palmera que adoptaba por un mes; etc., y viendo en un mes el cambio de hasta de color, avance y progreso en su crecimiento, y tanto que por último usábamos su sombra, para estudiar, reuniones, etc.
Pues a duras penas consigo el permiso que gestioné durante diez días, y a punto estuve de no poder ir, porque la firma de los citados no llegaba, sino a última hora, y ante mi presencia inquisitorial en el edificio propio.
Cuando al fin llego a Güi-Güí, la noche del 15 y muestro los permisos a los lugareños, se hartaron de reír, y asombrados leían y comentaban el mismo, con añadidos: miles han venido y a nadie -y por primera vez- vieron el dicho permiso, teniendo conocimiento de cuantos por allí entran y salen, después de permanecer el tiempo que fuera.
Ya de entrada, acampar donde te autoriza, es un lugar de altísimo riesgo y no recomendable de todas-todas, toda vez, que con excrementos de cabras (corral), con montones de basura, con cristales rotos, terreno irregular, piedras, sin agua, sin protección alguna, con detritus humanos, botes, plásticos, ratas, animales muertos, sin muro de protección ante el acantilado, etc., etc.
La basura, es omnipresente; pero, vayamos al objetivo: Peñón Bermejo. La sorpresa es mayúscula, cuando llegas a donde tantos años acampamos (me acompañaban un ex monitor y ex acampados) y vemos con asombro, cómo cuatro veces más del espacio que ocupábamos entonces, ahora está: “semi-urbanizado”, donde se acampa y tienen: columnas, postes, vigas, techos, toldos paredes, goros, sombrillas, loza, ¡nevera!, ¡despensa!, sillas, sillones, mesas, etc., etc., donde se juerguea, se come, se bebe, se…
Y es el caso, que la basura por todas partes, y el uso de detergentes -tal vez-, acabó con la rica flora y fauna en otro tiempo (el escarabajo rojo del lugar, las libélulas de Peñón Bermejo, los cangrejos negros -entonces por miles, y ahora ni uno- , los lagartos, las palomas, etc., todo desaparecido y en cuanto a la flora: el hermoso palmeral venido a menos, solo ahora con ½ docena (seis), muriendo a prisa, sin que el picudo rojo, ni de otro color, ni virus alguno, las hayan atacado, sino la sed, teniendo el barranco con agua al lado. Desaparecidas las ahulagas y otras plantas de costa que reverdecían el palmeral y entorno, pues lo teníamos todo como un jardín o parque.
La imagen es dantesca, y da asco, ver tanta basura, y todo desértico, sin vida (ni flora, ni fauna alguna); y que nosotros de año en año, cada agosto actualizábamos y mejorábamos, desplazándonos dos y tres veces después del campamento -si los calores persistían- para regar lo que entendíamos era una obligación moral, al considerar aquello, como “nuestro”.
Había una educación medioambiental grande, entre otras; y todo se vino abajo, por una sinrazón.
Tenemos fotografías de cómo era y estaba aquello, y se puede ver cómo está ahora: todo muerto y todo sucio.
Encima, lo disfrutan, con total impunidad cuantos lo usan, que a juzgar por los colchones (cinco), sin contar sacos, tiendas, esterillas, etc., aquello es ahora un “hotel rural” de algunos amiguetes.
Me dan cuentas de orgías sexuales, y otras actividades prohibidas, pero eso ya no me toca a mí, demostrarlo. Las huellas, están allí: botellas, latas, restos, colillas, platina, etc., etc.
Caben unas preguntas:
¿Están satisfechos los citados de esta su labor destructiva?
¿Era necesario acabar con una actividad social, educativa, de ocio sano y otros parámetros?
¿Son sabedores de lo que aquí les cuento y que cuantos quieran pueden ir y comprobarlo (a tal respecto, me gustaría que medio de comunicación social alguno, tome nota y sea testigo de lo que aquí digo)?
¿Se va a seguir dando permiso para “acampar” donde dije cómo está el lugar?
¿Por qué no a nosotros, y sí a estos, habida tanta diferencia de fines y resultados?
¿Vendrá algún campo de trabajo de fuera a limpiar lo que limpiábamos (que recogíamos las latas escachadas, y las traíamos de vuelta en el barco, sin dejar rastro, ni señal alguna de nuestra estadía en el lugar durante un mes, trayendo lo nuestro y cuanto caía en nuestro entorno)?
¿Van a seguir estas “estructuras”, uso y actividades en Peñón Bermejo (¿libres o con permiso?)?
Puedo dar una lista enorme de jóvenes, que salidos del campamento cambiaron el rumbo de sus vidas, y hoy son: médicos, psiquiatras, abogados, profesores, arquitectos, administrativos, banqueros, geógrafos, políticos, biólogos, padres y matrimonios ejemplares, deportistas de élite, etc., que sin cesar me manifiestan su agradecimiento al Campamento, la verdadera escuela, que los encaminó, por donde van y están.
No pretendo, den marcha atrás -que se no lo harán-, aunque debieran (estoy dispuesto a volver), si reconsideraran el asunto; pero sí me gustaría, uno de los helicópteros que Miedo -¡perdón!- Medio Ambiente utiliza, con tanta frecuencia para cruzar nuestro cielo, se acerque a los lugares que he citado, y comprueben, en qué o dónde he exagerado lo más mínimo, en lo que aquí cuento en resumen apretadísimo; pues “si una imagen vale más que mil palabras”, valdría la pena vieran cómo está aquello, y cómo estaba (esta documentación -la del pasado- la tiene un servidor, que cederá gustoso al medio o persona que me la solicite):
(*) . Padre Báez (Fernando Báez Santana) . Pbro.
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