Las Palmas de GC, 18 de agosto de 2010 |Opinión | José Manuel Soria López
En mi anterior comentario reflexionaba sobre el valor de la estabilidad del gobierno de Canarias durante la presente Legislatura. Hoy la contrapongo a la inestabilidad que ha singularizado a la oposición parlamentaria. Lo primero que quiero decir es que el PSOE es un partido importante en España y en Canarias. Un partido que ha hecho cosas importantes en España y también en Canarias. Sin embargo la inestabilidad de la oposición socialista en Canarias durante la legislatura en curso ha ayudado poco. Y eso que, al igual que en cualquier otra formación política, en el PSOE de las islas hay gente de valía, pero ya sabemos que los mejores de esta formación estuvieron marginados durante los primeros tres años , llegando incluso a producirse alguna dimisión "por dignidad".
El caso es que durante los dos primeros dos años de la presente legislatura, una parte del PSOE en Canarias dedicó todo su tiempo a intentar cargarse al gobierno de Canarias, conformado sobre una mayoría parlamentaria salida de las urnas, cosa que el PSOE aun ganando las elecciones no consiguió. Y mientras, la otra mitad del PSOE dedicaba todas sus energías a intentar cargarse al anterior secretario general, cosa que, en cambio, sí lograron, si bien hay que reconocer que el afectado puso bastante de su parte.
Aunque pueda parecer lo contrario, esa inestabilidad del partido de la oposición no es buena para Canarias pues en tiempos de crisis, sobre todo, se requiere no sólo un gobierno con el valor de tomar las medidas que debe sino una oposición con la altura de miras para respaldarlas.
Por eso sorprende una vez más, la respuesta de vuelo raso que el PSOE ha dado estos días a la enésima invitación no correspondida del gobierno de Canarias para que de una vez arrime el hombro y apoyen los ajustes de gasto que hay que hacer. No obstante, el gobierno seguirá con la mano tendida aun en este tramo final de la Legislatura. Los problemas internos de los socialistas no pueden seguir siendo la excusa para no poder ponernos de acuerdo en cuestiones en las que el consenso es deseable.
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