miércoles, 18 de enero de 2012

Gran Canaria.- El Cabildo culmina la restauración del cementerio inglés de la capital, una joya que recuerda la influencia de la colonia británica en la isla

Las Palmas de GC, 18 de enero de 2012 / Cultura - Patrimonio / Gabinete de Prensa.

El cementerio inglés de Las Palmas de Gran Canaria, en las inmediaciones de Vegueta, constituye un bien patrimonial de gran valor histórico y cultural. No en vano, es una de las instituciones más antiguas de la colonia británica en las Islas Canarias, ya que el inicio de su construcción se remonta al año 1834.

El camposanto fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2010, “una condición que exige de las administraciones actuaciones orientadas a garantizar su cuidado y conservación”, ha recordado el consejero insular de Cultura y Patrimonio Histórico, Larry Álvarez, que lo ha visitado, este miércoles, junto al reverendo Peter Ford y al representante de la comunidad británica en la Isla, David Branwell.

En total, el Cabildo de Gran Canaria ha invertido 91.000 euros en un ambicioso proyecto integral adjudicado en su día a la empresa Construcciones Rodríguez Luján para la restauración del cementerio.

En el marco de esa actuación, ha recuperado fachadas y pavimentos exteriores e interiores (aquéllos que dan acceso a las zonas con fosas). Además, ha impermeabilizado la cubierta, adecuado la instalación eléctrica e instalado baños. Por último, ha procedido al acondicionamiento de las distintas estancias (capilla, almacén, vestíbulo…), arreglando revestimientos y carpintería, así como instalaciones de electricidad, fontanería y sistemas contraincendios, al objeto de “garantizar que este espacio reúna las condiciones que merece, tanto por su valor intrínseco como por todo aquello que representa para nuestra ciudad y Gran Canaria en su conjunto”, según el consejero.

Con mucha historia. Ubicado en el barrio de San José, entre las calles Marconi y Juan Sánchez Sánchez, el cementerio inglés de Las Palmas de Gran Canaria da fiel testimonio de la presencia de los británicos en la Isla, ya desde principios del siglo XIX. Fue precisamente esa creciente presencia la que planteó la necesidad de que la comunidad británica dispusiera aquí de un cementerio, sobre todo a raíz del fallecimiento, en febrero de 1829, de la esposa de Benjamín Walter. Las autoridades de la época impidieron su enterramiento en un cementerio católico, un desagradable incidente que obligó a darle sepultura en los extramuros de la ciudad y conforme al rito protestante.

En 1834 el Ayuntamiento cedió a los residentes británicos el terreno necesario para la construcción de su camposanto, promovido, entre otros, por Samuel Bishop, Robert Warrand, Thomas Millar, Alexander Cochran, James Word, George Anstice y los señores Swanston y Manly, que reunieron 308 pesos (unas 50 libras de la época). El resto fue aportado por gobierno de su país.

Los primeros enterramientos se realizaron en el año 1835. Fueron el del marinero G. Willians (4 de diciembre de 1835) y el de la esposa de Mary Swanston (25 de diciembre del mismo año). Se encuentran también tumbas como las de las familias Miller, Blandy, Fisher, Park, Pilcher... y aunque la mayoría pertenecen a británicos que vinieron a Gran Canaria en busca de salud, existen por ejemplo las de marineros fallecidos en la Isla o en aguas cercanas, a bordo de sus barcos.

Otros sepulcros custodian los restos de súbditos de origen israelí, noruego, alemán u holandés, una cuestión no menor a tenor de otro incidente ocurrido en 1874, cuando el entonces cónsul británico, responsable de oficio del cementerio protestante, Robert Houghton, tuvo que dimitir tras rechazar la petición de su homólogo estadounidense en Tenerife de enterrar en él a una mujer americana fallecida en aquella isla, que carecía un equipamiento similar. Houghton alegó que sólo los ingleses tenían derecho a ser enterrados en el cementerio, lo que provocó el rechazo del resto de la colonia británica.

Tanto Houghton como su hermano Charles, que lo sustituyó en el cargo, están enterrados en el cementerio. De hecho, sus tumbas estaban cerca de las de la familia Miller, cuyo patriarca fue cofundador del camposanto.

De planta inicialmente rectangular (se amplió en 1808, 1905 y 1963, con la adhesión de áreas trapezoidales a diferentes niveles, de acuerdo a la orografía del terreno) el camposanto, cuyo amurallamiento concluyó en 1902, ocupa en la actualidad más de 1.800 metros cuadrados. En su acceso delantero, que se abre con arco abocinado de medio punto y frontón triangular recto, dispone de un volumen cubierto rematado por cornisa y almenas triangulares, salvo una, circular, en el centro. Los huecos restantes son de media caña con dintel bajo apuntado. Las pilastras terminan en pilastrones de punta triangular. El interior de ese volumen dispone de vestíbulo, capilla dedicada a Saint Joseph y consigna. El resto del espacio está totalmente abierto.

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