GRAN CANARIA
Y SU
CABILDO HACE CIEN AÑOS
Juan José Laforet
Cronista Oficial de Gran Canaria
11 de julio de 2012
Gran Canaria vivió los primeros años del siglo XX entre enormes esperanzas y anhelos de un futuro que se auguraba brillante, abierto al progreso gracias al desarrollo de sectores y actividades hasta ese momento incluso impensables en la isla, al tiempo que entre la inquietud y el desasosiego que producía el ver como tales perspectivas no podrían quizá madurar, y muchas ni siquiera cumplirse, al no contar con un sistema administrativo y político que le permitiera afrontar decisiones y resoluciones con verdadera capacidad propia.
La inauguración de un moderno puerto en la Bahía de Las Isletas, el turismo, el impulso a las exportaciones agrarias, la presencia de un comercio exterior activo y dinámico, modernos talleres y fábricas que atendían las necesidades industriales y de obras públicas, un sector de servicios que crecía mas allá de cualquier previsión posible en años anteriores, un entorno social que cobraba un dinamismo nunca visto pero que era exponente cierto de ese crecimiento a todos los niveles, un orbe cultural que comenzaba a tener una presencia y una significación que conectaba con la idiosincrasia de los grancanarios y tenía una repercusión y una acogida notable fuera de las fronteras insulares, hacía de aquellos primeros años del siglo XX en Gran Canaria un momento único y quizá irrepetible que sus habitantes no podían dejar pasar sin aprovecharlo para introducir definitivamente a su Isla en las sendas de la modernidad que venía buscando desde hacía ya muchas décadas.
Así, cuando en marzo – abril de 1906 Alfonso XIII visita Gran Canaria, encuentra una población dinámica, numerosa, una urbe que resaltaba ya por su cosmopolitismo y que afrontaba su modernización con enorme capacidad y eficacia. Una isla y una capital que, por ningún motivo, podía y merecía ser abandonada a su suerte y a su entonces escasa capacidad de decisión político – administrativa. Esa isla y su capital que asiste a un crecimiento social muy dinámico, un avance que se manifiesta en iniciativas como la de la “Sociedad El Recreo”, establecida y activa en la incipiente zona urbana del Puerto de La Luz, de traer como mantenedor de unos juegos florales inolvidables al Rector de Salamanca, D. Miguel de Unamuno, cuya intervención fue muy polémica precisamente por referirse a cuestiones relacionadas íntimamente con las inquietudes y aspiraciones que señalaban a los grancanarios en aquellos años tan inquietos. En 1913, y el año que viene se conmemorará con ello el centenario de la aviación en Canarias, el piloto francés Garnier efectuaría el primer vuelo sobre los cielos de Gran Canaria a las pocas semanas de haberse constituido este Cabildo Insular, que años después acertaría al destinar los terrenos de la Bahía de Gando a lo que finalizado el siglo es uno de los grandes centros aeroportuarios de todo el Atlántico. Se sumaban así dos acontecimientos que, en aquel comienzo de siglo y en aquellas circunstancias, eran verdaderos y elocuentes exponentes de la modernización y el enorme desarrollo que Gran Canaria debería afrontar en adelante.
Sin
embargo, como se resaltaba en la mayoría de los cenáculos y foros de opinión de
la época, todo aquello podía quedar en nada si Canarias no afrontaba
inmediatamente una reforma de su organización política y administrativa,
equitativa y solidaria con los derechos y necesidades de todas y cada una de
las islas, a la vez que reconociera el peso específico que Gran Canaria debía
tener por derechos que le eran inherentes e históricos, por ser la primera en
población de todo el Archipiélago, por la importancia y trascendencia
indiscutible de su economía en el conjunto insular, ó por ser uno de los
principales puertos de todo el Atlántico.
Fueron años en los que las inquietudes y el desasosiego de buena parte de la población insular y de sus instituciones -hoy hablaríamos de la “sociedad civil”-, se convirtió en una reivindicación permanente, que en ocasiones llegó a revestir tintes verdaderamente exaltados. Años de constante trabajo, de reuniones, manifestaciones, altercados, mítines, que buscaban una reforma administrativa del Archipiélago que, en sintonía con lo señalado por el propio Canalejas, “...acaso, por satisfacer a todos, a ninguna agrade por completo...”, pero que señalara el comienzo de una solución sobre la que construir un futuro cierto, equitativo y solidario para todas las islas.
Carlos Navarro Ruiz, en sus “Páginas Históricas de Gran Canaria”, detalla como “...nuestra firmeza en la lucha y nuestra constancia en las reclamación, no solo fueron venciendo las dificultades presentadas en nuestra propia casa, sino que con la unión sobrevenida, que representaba empuje poderoso, hicimos que el problema fuese a las Cortes, donde hubo también no pocos titubeos, hasta que Canalejas, hombre de grandes energías y de gran inteligencia, comprendió que esto había que solucionarlo, y prescindiendo de unos y de otros, pero queriendo contentarlos a todos, se lió la manta a la cabeza, como vulgarmente suele decirse, y dio la Nueva Ley Administrativa de Canarias y el Reglamento por el que se rigen los Cabildos Insulares”
De aquellos años se pueden recordar mitines en el Circo Cuyas, asambleas como las celebradas en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, que en ocasiones fueron levantadas a punta de pistola, como ocurrió con un mal encarado policía enviado por el nuevo Delegado gubernativo, Sr. Zaera, pero sobre todo la multitudinaria asamblea pública celebrada el 19 de febrero de 1911 en la Plaza de Santa Ana, ante la misma fachada de las Casas Consistoriales, organizada al saberse que ese mismo día se celebraría una similar en Santa Cruz de Tenerife. Una reunión, de la que nos quedan algunas imágenes que son verdaderos iconos para la historia de Gran Canaria, que estuvo presidida por el Alcalde de Las Palmas, Felipe Massieu y Falcón, acompañado por el de Arrecife, Ruperto González Hernández, y el de Puerto de Cabras, José Castañeyra Carballo, con la presencia de alcaldes y representaciones de todos los municipios de Gran Canaria y de muchos de los de las otras dos islas orientales. Una gran tribuna, cortinajes, banderas, banda municipal de música y maceros señalaban la solemnidad y la trascendencia de aquel encuentro en el que si bien se pedía una vez mas la división provincial del archipiélago, también se destacó como algo imprescindible una mayor descentralización administrativa de las islas. Treinta y ocho representantes de distintas localidades de las tres islas firmaron un acta y se telegrafió al Gobierno para comunicarle las conclusiones de la asamblea.
En mayo de 1912 la prensa local se refería a como “...el triunfo de nuestros diputados ha causado gran júbilo...”, pues en el Congreso se había logrado que se discutiera una propuesta “...pidiendo la urgencia de la discusión del problema de Canarias...”, o daba cuenta de la asamblea organizada para preparar “...la celebración de un mitin monstruo, seguido de manifestación, que acompañara a las personas que se designen, con objeto de enterar a las autoridades de las conclusiones que en aquel se tomen...”. En junio el debate sobre Canarias en el Congreso, donde “...Matos y Morote defienden elocuentemente nuestras aspiraciones, lo mismo que el diputado republicano Sr. Nougués...”, es seguido muy de cerca por toda la población y en especial en las instituciones comprometidas con aquella causa de tanta trascendencia.
En el mes de julio de 1912, hace ahora cien años, en el que el Puerto de La Luz sigue sin resolver una huelga que se amenaza con convertir en general, y en el que se recibirá también la triste noticia del fallecimiento de Juan de León y Castillo, “...una de las figuras sobresalientes de Gran Canaria y uno de sus hijos mas esclarecidos...”, según resalta el editorial del periódico La Provincia, nacido el año anterior precisamente al calor de estas inquietudes reformistas y reorganizadoras de la vida publica isleña, será cuando por fin se reciba la noticia con la aprobación de la nueva organización administrativa de Canarias; toda la prensa de ese momento dedica espacios para comentar una ley que quedará pendiente del Reglamento que la desarrolle para entrar en vigor, lo que no ocurrirá hasta el mes de octubre siguiente.
Aquel proyecto de ley aprobado no fue acogido con igual satisfacción por todos, tanto que algunos comercios cerraron sus puertas y muchos vecinos colocaron crespones negros en balcones y ventanas, a la par que el Ayuntamiento
pidió que se “...procuren recabar las mayores ventajas al redactarse el reglamento por que han de regirse los Cabildos Insulares”. Sin embargo, poco a poco, el ánimo cívico se
calmó y se miró la situación desde otra perspectiva, lo que pocos meses después
permitiría al periódico grancanario La Defensa afirmar como “...nosotros
creemos, contra los augurios de otros, que la obra del Cabildo ha de ser
beneficiosa a nuestros intereses, porque cada cual, desde el sitio que hoy
ocupa, ha de trabajar por la prosperidad y por el engrandecimiento de Gran Canaria...”
Con la creación de los Cabildos Insulares, con el comienzo de su trabajo, todos tenían la sensación en aquellos días de hace cien años que se comenzaba a cerrar el pesado portalón del pasado, al tiempo que se abrían de par en par las puertas a un futuro brillante y esperanzador, en el que Gran Canaria
sería esa Princesa de las Fortunadas que ya cantara en sus versos
Cairasco de Figueroa.
Juan José Laforet
Cronista Oficial de Gran Canaria
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